Don’t be told what you want
Don’t be told what you need
There’s no future, no future,
No future for you
Sex Pistols
Está en nuestro país el cineasta inglés Julien Temple, considerado por muchos como el documentalista que logró capturar la esencia y los puntos más álgidos (y decadentes) del movimiento punk de mediados de los años setenta en el Reino Unido de manera más precisa. Además de auspiciar dos conferencias magistrales de Temple (lunes y martes), a lo largo de toda esta semana la Cineteca proyectará algunos de sus filmes más destacados, como el dedicado al vocalista de The Clash, Joe Strummer: The Future is Unwritten, un retrato sobre el líder de The Kinks llamado Ray Davies: Imaginary Man, un documental homónimo sobre el Festival Glastonbury y, quizá su pieza maestra, The Filth and the Fury sobre los Sex Pistols.
En un momento en el que el mundo pareciera convulsionarse buscando un cambio de piel, con una desigualdad rampante, sin que los ciudadanos tengan una representación política digna, con conflictos armados que pisotean los derechos humanos más elementales y con crímenes de guerra contra civiles (niños y mujeres en buena medida) en sitios tan diversos como Siria, Iraq, Ucrania, Centroamérica, México, Gaza, Nigeria, República Centroafricana o Libia, acercarse al movimiento punk resulta alentador y estimulante. En el documental sobre los Sex Pistols (en el segundo que Temple le dedicó a esta mítica banda), podemos ver a Johnny Rotten quejarse de la moda que el grupo desató. El mensaje –pensaba el furioso vocalista– fue malinterpretado.
No se trataba de que los jóvenes fueran como ellos o se vistieran como ellos, sino de que todos fueran fieles a sí mismos. En realidad su música era una especie de himno rabioso y encendido que defendía con un sonido insoslayable el derecho de vivir sin que la violencia institucional, los apabullantes modelos que le imponen al individuo una vida orientada al consumo y la banalidad, los dogmas conservadores y, en términos generales, el establishment, interfiera. “Violencia en la mente, no en el cuerpo”, solía decir Rotten una y otra vez en un gesto especialmente noble, dado que él mismo fue sujeto de varios ataques de violencia física por parte de fanáticos conservadores y neofascistas que encontraban en sus clamores anarquistas una amenaza a los circuitos de control y manipulación mental que tienen a inmensas porciones de la población mundial sometidas a vidas miserables y sin esperanzas de un futuro más digno.
El punk nació como respuesta a un mundo que ignoraba a todos aquellos que no quisieran alinearse con un sistema turbocapitalista criminal.
En la idolatría de sus propios fundamentos encontró la decadencia que terminó por sepultarlo. Sin embargo, el espíritu –y no únicamente la superficial imitación estrafalaria de la moda que dicho movimiento impuso– seguirá siendo un faro de referencia mientras la opresión de las cúpulas de poder siga asfixiando la existencia. La obra de Temple resulta un poderoso refresco para la memoria. Una luz que se proyecta desde el pasado para mostrar no fórmulas instrumentales, sino los rutilantes efectos de la disidencia y la resistencia auténticas.
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