La vida del Chapo Guzmán es una fábula que la gente se ha tomado en serio.
La leyenda del Chapo comenzó cuando se fugó de Puente Grande. Las versiones que he escuchado sobre su escape dicen que lo hizo por el carrito de la ropa sucia, otros cuentan estaba afuera del penal y que, para la hora de pasar lista, ya no regresó; y hay quienes aseguran que el Chapo salió por la puerta. Desde entonces los mitos comenzaron a circular como bala perdida.
Ahora llegaba con sus pistoleros a tal restaurante, y éstos recogían los celulares de los comensales, quienes no podían salir, pero sin bronca, el Chapo pagaba todo. Ahora había huido de otro operativo militar. Ahora cuidaba a ciudades enteras de secuestradores, de robacarros y de los Zetas. Ahora pagaba las cirugías de la gente pobre y hasta prestaba sus avionetas para trasladar a los enfermos. Ahora construía escuelas e iglesias en la sierra. Ahora se casaba y los Canelos de Durango amenizaban el casorio. Ahora caminaba a sus anchas por California. Ahora construía cientos de túneles en la frontera. Todo eso se oía mientras él y sus pistoleros mataban sin sentimiento de culpa. Todo eso se oía, mientras torturaba, corrompía, financiaba campañas, bebía, cogía y fortalecía al cártel de Sinaloa en el mercado de la drogas.
Las leyendas más increíbles que he escuchado sobre el Chapo son dos:
1) Cacheteó al ex gobernador de Chihuahua, Reyes Baeza. La primera versión que me contaron dice que el Chapo y sus pistoleros entraron hasta la alcoba de Baeza y que, ahí mismo, el Chapo lo abofeteó y le exigió que le ayudara a combatir al cártel de Juárez. Un amigo me dijo que no, que así no fue. Que la historia sucedió en el periférico de la ciudad de Chihuahua, que unos pistoleros le cerraron el camino al convoy del ex gobernador y que uno de los gatilleros le disparó a Baeza en la pierna, todo con los atentos saludos del Chapo. La gente cree esta historia como se cree en Dios y en el diablo, y la parálisis facial que sufrió Baeza por ese tiempo es su mejor prueba.
2) Regala libros a sus pistoleros. En una feria del libro a la que me invitaron en una ciudad norteña de cuyo nombre no debo de acordarme, un joven se me acercó para decirme que había leído El más buscado, una novela que escribí recargado en las leyendas del Chapo. “Te faltó lo de los libros”, me reclamó con diplomacia. Yo creí que hablaba de las historias que dicen que el capo leía libros de historia y de geografía cuando estaba en Puente Grande. Pero no. El joven me corrigió y me platicó que el Chapo le regalaba libros a sus gatilleros. “A mí me dio La Virgen de los sicarios”, me dijo y me enseñó el libro de Fernando Vallejo. Uno de los organizadores de la feria me contaría luego que lo único cierto era que el joven sí era pistolero del Chapo.
Los corridos —donde se nos describe a un hombre valiente en extremo—, los testigos protegidos —que hablan de un capo sanguinario, pero también de la vieja escuela—, las notas periodísticas —donde se nos dice que todo lo compró y lo que compró lo arrebató a punta de balazos—, los libros —que recogen las leyendas y las dan por ciertas—, las historias de la gente, la obsesión de los gringos pos catalogarlo como el más buscado (aunque no lo buscaran), la lista de Forbes y la pasividad de las autoridades para detenerlo crearon al antihéroe Chapo Guzmán.
Quizá por eso se hacen marchas pro Chapo en Culiacán y en Guamúchil (es muy probable que haya narcos atrás de ellas). Quizá por eso muchos mexicanos pensaban que el Chapo iba a morirse en la raya cuando lo arrestaran. Quizá por eso haya gente que piensa que el Chapo que está de nuevo en la cárcel no es el verdadero Chapo.
Juan Villoro escribió alguna vez que los capos carecen de currículum, sólo tienen leyenda. Y el Chapo es la mejor prueba.
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