A mí me gustan los museos vacíos. Poder abarcar las salas con la mirada, como a un paisaje, sin que nadie se interponga entre las obras y yo; recorrerlas en la dirección que se me antoje y contemplar las piezas el tiempo que quiera. Sin embargo, me dio gusto ver las filas tan largas que había el fin de semana pasado en el Museo Jumex y el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC).
Decenas de personas formadas bajo el rayo del sol, esperando su turno para ingresar, confirman el interés que hay por el arte y que, en estos momentos, en la Ciudad de México podemos acercarnos a la obra de importantes artistas —Marcel Duchamp, el francés que cambió la historia del arte con sus ready-mades; Jeff Koons, el artista vivo más caro de la historia, y Ai Weiwei, el artista con mayor influencia en la actualidad—, aunque a trabajadores de algunos museos les encante decir lo contrario: “no se acerque tanto”, “aléjese más”.
Como dice la instalación del gran Luis Camnitzer: “El museo es una escuela: el artista aprende a comunicarse; el público aprende a hacer conexiones”. Así, aquellos que van a la exposición “Apariencia desnuda”, del Jumex, se encuentran con el amado-odiado trabajo de Koons, para quien “el arte no es el artista ni su obra sino lo que ésta provoca en el espectador”. Y junto a sus brillantes “figuras de globo” están los “objetos cotidianos” de Duchamp, quien ha llevado a la gente a cuestionarse si todo lo que está en un museo es arte.
Para Ai Weiwei, “una obra de arte es relevante si es política”, por ello en el MUAC exhibe una instalación que ha hecho llorar a algunos asistentes. Bajo el nombre “Restablecer memorias”, muestra retratos de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa elaborados con piezas Lego, además de videos con entrevistas a familiares de los estudiantes.
Y estos son tres de los muchos artistas que exponen estos días en la ciudad: Carsten Höller, Jan Hendrix, Brassaï, Apeloig… ¡Larga vida a las buenas exposiciones! ¡Largas filas a los museos!