Están pasando muchas cosas en México: grabaciones ilegales al presidente del INE, acusaciones de presuntos actos de corrupción de exjefes de gobierno, y múltiples escándalos de candidatos a gobernador o gobernadores en funciones.
Y en medio de todo eso parecería un asunto menor que un periódico se equivoque en una nota en su portada pero no lo es. En especial cuando en ello va la reputación de personas concretas. Me refiero a lo publicado por del diario Reforma el martes 19 de mayo, cuando en su primera plana publicó que el hermano del candidato panista al gobierno de Querétaro había sido captado en fotografías y en videos con “un líder del cártel de Sinaloa detenido en abril.”
La historia podría ser relevante de no ser porque es absolutamente falsa. Porque el “capo” de las fotos no era otro más que un empresario del estado de Querétaro que tiene −según la nota aclaratoria firmada por el corresponsal Fernando Paniagua− un “notable parecido con el capo César Gastelum”.
¿”Notable parecido”? ¿Esa es la justificación que les permitió −a un diario de esa importancia− publicar una nota en su primera plana? Eso en castellano quiere decir que al reportero lo usaron y todos en su medio cayeron en el juego. Una “fuente” les hizo llegar fotos y videos y nadie se dio a la tarea de verificar la información o de preguntar antes al hermano del candidato si en realidad era Gastelum el de las fotos.
El hecho es grave. Pensemos por un momento, ¿cómo cambiaría nuestra vida si un día se publicara una foto nuestra en que nos acusan de narcos?, ¿qué efectos tendría en nuestra familia, hijos, trabajos?
El daño intentaba ser al candidato pero golpeó a su familia y a otras tres personas que no tenían nada que ver y que ayer tuvieron que salir a dar una conferencia para defenderse.
Si hace unos días se criticó – y con razón- al diario Excélsior por dar por bueno el lanzamiento de un satélite antes de tiempo, también tendríamos que reclamar a Reforma por una nota tan irresponsable, que exhibe el uso de los medios como instrumentos de la lucha política.
Porque como apuntaba hace unos días Jesús Silva Hérzog Marquez, si queremos una mejor democracia necesitamos mejores medios, mejores periodistas y mejores audiencias.