En teorías de la conspiración los mexicanos nos pintamos solos. Debe ser que la realidad nos tiene muy mal acostumbrados. La huida de El Chapo ha dado rienda suelta a esa tendencia. Hay que creerlo todo, menos la versión oficial. No porque sea descabellada sino porque viene del gobierno. Que El Chapo salió con la venia de las “más altas autoridades” es algo que la mayoría de los mexicanos da por hecho desde el instante en que se comunicó la noticia. Lo que está por discutir es para qué lo dejaron salir y lo que hará estando libre. Ahí es cuando las versiones se diversifican hasta el infinito. Están las más rebuscadas como esta: el gobierno dejó salir a El Chapo porque se dio cuenta de que más vale restablecer una estructura piramidal en la industria del narco con un gran capo que controle a las miríadas de grupos insubordinados —como La familia o Los templarios— que proliferan desde el sexenio de Calderón. El Chapo habría salido entonces a poner orden, a bajar el nivel de criminalidad (lo cual mejoraría la imagen del gobierno) y a permitir que, literalmente, siga la mata dando. Según otra versión, los hermanos Salinas de Gortari fueron quienes se encargaron de liberarlo para recuperar la influencia que han tenido desde tiempos inmemoriales en el sector de la droga.
También se dice —para variar— que la orden vino desde Estados Unidos.
Pero la teoría de la conspiración no se limita a las razones de su escape. Ahora la gente ve a El Chapo en todas partes y no sólo en los puestos de hamburguesas y pollos que llevan su nombre. Se dice que, como accionista de Whatsapp, el narcotraficante está obstaculizando el intercambio de mensajes entre el Presidente y su esposa, y se encargará personalmente de provocar su divorcio. Se dice que vengará el honor de los mexicanos manchado por los comentarios racistas de Donald Trump y se rumora, también, que aceptó la invitación a participar en el nuevo número que David Copperfield presentará en Las vegas.
Lo que los cerebros paranoicos no están contemplando es que quizás las altas autoridades no tienen ninguna vela en este entierro, pues el crimen organizado ya ni siquiera necesita su complicidad para hacer lo que le venga en gana. No hace falta hacer una revolución para derrocar al mal gobierno, la revolución la hizo el narco. La cultura del caciquismo es tan arraigada en nuestro país, que mucha gente ve en El Chapo no sólo al ‘Señor de los túneles’, sino al nuevo tlatoani y concentran en él todas sus esperanzas. Un último rumor, que al parecer es cierto: en Sinaloa le están erigiendo no una capilla como a Malverde, sino una fastuosa catedral, donde la gente podrá acudir a ponerle una veladora y, como no, a encargarle algún milagrito.
( Guadalupe Nettel)