Si alguien le hubiese avisado que lo iban a matar, el comandante Víctor Hugo Moneda seguramente hubiera sacado primero la pistola. Pero el 8 de diciembre de 2008, afuera de su casa, unos sicarios de Tepito lo madrugaron; le dieron 14 balazos. Moneda atrapó a dos de las mal llamadas Mataviejitas y elaboró el retrato hablado de la tercera. Él fue quien consiguió el documento del Departamento del Tesoro gringo que López Obrador exhibió como prueba del famoso complot en su contra. El comandante, también, descubrió la oficina donde Carlos Ahumada editaba los videos que terminaban en escándalos, resolvió los homicidios que en 2003 y en 2004 azotaron Tepito, liberó a secuestrados, participó en el arresto de los jóvenes que la prensa bautizaron como Narcosatánicos e indagó decenas de asesinatos, incluyendo el de un gángster ruso. Moneda, en síntesis, fue un buen policía, el último. Pero yo vine aquí a hablarles de otro Moneda, el religioso. Al comandante no le daba pena su catolicismo. En su cartera siempre viajaban las estampitas de San Juan Diego, la Santa Cruz de Jerusalén, San Pedro, la Virgen del Carmen, Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, el Señor de las Maravillas, el Cristo Negro, la Guadalupana y, principalmente, San Judas Tadeo. Yo sabía algo de San Judas porque mamá solía poner su suerte en manos de él. Fueron muchos los 28 de octubre, y otros 28 a lo largo de los años, que la acompañé al templo que está saliendo del metro Hidalgo. Nunca he entendido qué tenían las rosas que regalaba mamá, pero me acuerdo cómo se las arrebataban, como si fueran milagrosas. En esa fe desenfrenada me tocó ver gente cargando enormes San Judas de yeso, señoras que terminaban con las rodillas sangrantes o jóvenes que seguro habían ido a pedirle tino para matar al próximo que les encargaran. De todo esto hablé con Moneda el día que me contó que él había propuesto el 28 de octubre, el mero día de San Juditas, para celebrar al policía judicial en DF. No me lo dijo por presumir. Me lo dijo porque yo le pregunté si era cierta su fama de regalar vírgenes y construir nichos para San Judas en todas las comandancias en las que trabajaba. —Dicen que se cree la espada de Dios —le dije. —No, hijo; yo nomás soy un pinche wey que respeta al Jefe. El comandante que instauró el Día del Judicial en DF, recuérdenlo bien, fue Víctor Hugo Moneda. Se sabía algunos salmos completos, no creía en la brujería y nunca leyó libros que hablaran sobre el Diablo.
(ALEJANDRO ALMAZÁN / @alexxxalmazan)