Duele mucho lo sucedido con los humoristas del Charlie Hebdo. Todos entendemos en algún momento de la vida que asumir el papel del bufón, del payaso, del monero, puede ser una elección mortal, porque es justamente el humor el que logra al final desmoronar imperios y dictaduras, a partir de un elemento que nos unifica a tod@s: la risa. Cuando alguien es capaz de reírse del tirano, el tirano está próximo a caer.
La risa, dice el gran Umberto Eco, mata al miedo “y sin el miedo no hay lugar para Dios”. Tener la capacidad de reír, poder reírnos de nosotros mismos, es un signo que hace que Darwin parezca tener razón sobre la evolución de las especies.
Si eres capaz de reírte de algo, eres capaz de asumir que no hay certezas en el mundo. Si te ríes de ti mismo, sabes que no eres el único que piensa como tú y que la razón es aleatoria. Quienes justifican el atentado al Charlie Hebdo por su irreverencia ante lo sagrado, olvidan que la risa es sagrada. Y que lo sagrado no se contrapone a sí mismo.
Es terrible que el humor les resulte tan insoportable a los fanáticos de cualquier culto o ideología. Recuerdo el asesinato de Jaime Garzón en Colombia a manos de los paramilitares y tantos otros atentados y persecuciones a humoristas y caricaturistas. Y recuerdo también algunos momentos de la más reciente novela de Milan Kundera en la que habla de ciertos momentos en la historia en que las personas ya no saben lo que es una broma, porque han perdido por completo el sentido del humor. “El crepúsculo de las bromas”, lo llama Kundera. Quizá sea eso lo que estamos viviendo ahora, quizá había que recuperar la posibilidad de reírnos, la posibilidad de ser iguales ante la risa.
(Fernando Rivera Calderón)