“Nuestros enemigos son demasiado numerosos para
permitirnos el lujo de pensar en nuestros amigos”
Enrique Lihn
Andrés Tzompaxtle Tecpile es un hombre que ve la vida como una forma de disentir, de no seguir la corriente. Es un indígena que durante su juventud se enroló en la lucha guerrillera y que fue detenido en los noventa por soldados encubiertos cuando dirigía en Guerrero a un grupo de reporteros a una entrevista clandestina con mandos del Ejército Popular Revolucionario.
Su captura nunca se notificó oficialmente, por lo que su caso fue denunciado como una desaparición forzada. Tzompaxtle pasó su cauitiverio en unas instalaciones militares, donde era torturado sistemáticamente para que delatara a sus compañeros: “Ellos trabajan con precisión y eficacia sobre tu cuerpo. Vienen preparados. Pero tú no. Hace unos minutos, por ejemplo, tú no sabías cómo se siente cuando crees que el cerebro te estalla. No sabías que el dolor se concentra en el cerebro. Ellos no le piden nada a los instrumentos de tortura de la antiguedad. Son tan precisos, saben llegar directo al cerebro, quemarlo… Te destapan la boca para que te rindas. Te dicen: ¡Ayúdate! Pero, ¿qué es ese ayúdate? Es la traición”.
Al cabo de unos meses de permanecer detenido ilegalmente, el guerrillero desaparecido logró esacapar y reintegrarse a una vida clandestina. En medio de esa clandestinidad, Tzompaxtle relató al cronista John Gibler su historia contenida en “Tzompaxtlle. La fuga de un guerrillero” (Tsuquets, 2014). A través de este gran trabajo de periodismo literario conocemos una vida de vértigo en un México todavía más injusto y más oscuro que aquel que vemos en los periódicos y las redes sociales. Ese es el México de las sombras, donde la lucha guerrillera y una represión feroz lidian una larga batalla desde hace decenas de años. En el libro Tzompaxtle se denuncia la tortura, la desaparición forzada, pero también se explica la resistencia ideológica de otros indígenas no zapatistas que más de 500 años después de la llegada de Colón, siguen sin poder ser conquistados.
Tzompaxtle es también un libro que refleja la inspiración que aún provoca la guerrilla pobrista que lanzó Lucio Cabañas en los setenta.
El estado de Guerrero nunca ha necesitado de un Che Guevara para soñar con una utopía de justicia social: Lucio Cabañas, un profesor rural de voz delgada y sombrero campesino la representa mejor que nadie hasta el día de hoy.
Otra de las cosas valiosas de este libro es el planteamiento sobre lo que sucede con los acontecimientos ocurridos y vividos que no tienen cabida en la historia oficial, porque no hay documentos impresos que los respalden. Al respecto, mientras Gibler entrevistaba a Tzompaxtle, el guerrillero le insistía en que sus conocimientos, valores y su fuerza no venían de los libros.
El cronista ensaya en medio de su libro una respuesta paradójica e interesante: “Pienso que su orgullo (el de Tzompaxtle) tiene toda la razón de ser… siento algo de envidia porque yo sí he aprendido mucho -no todo ni lo más valioso, pero mucho- de los libros, más aún: los sigo queriendo, mucho. Pero el punto no debe ser leer o no leer, aprender de los libros o aprender sin ellos. El punto debe ser descolonizar los libros, es decir, dejar atrás la supremacía cultural de pensar que el único conocimiento verídico, profundo o legítimo es el conocimiento que se transmite a través de la palabra escrita, impresa y publicada en libros, revistas, documentos oficiales o periódicos”
Tzompaxtle. La fuga de un guerrillero demuestra que John Gibler -un mexicano infrarrealista- ve la crónica como una forma de disentir, de no seguir la corriente. Y demuestra también, al relatarnos una fuga imposible, que en el México de las sombras, de vez en cuando hay tantita luz.
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(DIEGO ENRIQUE OSORNO / @diegoeosorno)