La polémica cruza a esta ciudad en todos sus temas. Discutimos sobre los terribles asesinatos de la Narvarte y su origen –todos en la especulación-, por supuesto. Debatimos sobre si el llamado ‘Nuevo Polanco’ es un desastre o una alternativa real de urbanidad.Sobre si el Corredor Chapultepec debe hacerse como se plantea, o no, o no debe hacerse.
Debatimos sobre los delegados y delegadas, sobre los diputados y sobre el jefe de gobierno y su gestión.
Unos festejan, otros condenan, unos aseguran que la ciudad esta mejor que nunca, otros que nunca había estado tan mal.
Nos encanta el argüende, nunca nada nos satisface o alcanza. Y con lo insoportable que pueda parecer, así debe ser.
La sociedades que demandan y exigen, discuten y protestan, son las que mejor y más eficientemente avanzan. Esas sociedades con el tiempo se vuelven conscientes, transparentes y certeras en sus demandas, maduras y menos arbitrarias, pero más vinculadas.
Hoy por hoy, cualquier acto de gobierno que intente cruzar la vida comunitaria o urbana de una colonia, barrio o calle, se topa de inmediato con algún tipo de organización, grupo o vecino que socializa el hecho y actúa.
Esto, obviamente, obliga a cambiar la forma en la que se opera desde el propio gobierno. Mucho más tiempo e inteligencia política se debe invertir en cualquier implementación de política pública.
Los ciudadanos, sin embargo, no siempre tienen la razón y muchas veces sus agendas están cruzadas por la mezquindad, la desinformación y los intereses personales. Pero este es el riesgo de tener sociedad activas.
El gran reto es lograr que los gobiernos se muevan a la misma velocidad que la sociedad. Que logren darnos información y condiciones para que el espacio no se ocupe con especulación y molestia.
Por ejemplo, la seguridad en esta ciudad es hoy un tema vivo y polémico. La percepción es que ha crecido el crimen. Y eventos como el multihomicidio de la Narvarte no ayudan a bajar ese ánimo.
Nos merecemos gobiernos delegacionales y central que estén a la altura de la nueva exigencia ciudadana. Y al mismo tiempo debemos estar lejos de agendas propias para asegurar que “participación ciudadana” sea un concepto constructivo y no temible en nuestra sociedad.
Hay que romper el eterno pleito inútil entre ciudadanos y gobiernos.