Una mañana de abril de 2013, el escritor y músico Juan Carlos Reyna me telefoneó para avisarme que acababan de matar a uno de sus familiares. Reyna estaba roto de todo: de la voz, de los pensamientos y del chingado corazón. Su pariente había pertenecido durante una década al equipo de abogados del Cártel de Tijuana, pero no por ello se merecía que lo asesinaran cuando acudía al gimnasio.
El asesinato fue el último empujón que Reyna necesitaba para chapotear entre la depresión. Recuerdo que ya antes pensaba que su carrera profesional estaba estancada o que no encajaba en la manada de amigos. En lo único que le di la razón fue en que su abuso de alcohol y de drogas era cada vez más frenético.
Cuatro meses después del homicidio, Reyna regresó a Tijuana con la intención de grabar el disco de despedida de Nortec, donde toca la guitarra, pero su ánimo no levantaba vuelo. Un día se encontró a su vieja amiga Farrah Fresnedo, una criminóloga que, desde joven, se había relacionado con miembros del Cártel de Tijuana. Dos años antes, en noviembre de 2011, Farrah había sufrido un atentado y ella terminó por tomarlo como la señal de que había transgredido demasiados límites.
Farrah, al igual que Reyna, quería salir del marasmo y le propuso que entre ambos entrevistaran a Benjamín Arellano Félix, el líder del Cártel de Tijuana que fue extraditado a Estados Unidos cuando declaró a un ministerio público mexicano que Rodolfo León Aragón, director de la Policía Judicial Federal en 1993, fue quien coordinó la ejecución del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
Farrah había conocido a Benjamín en junio de 2006, en el Cefereso del Altiplano, cuando acompañó a un compadre que debió carearse con el capo. Para diciembre de aquel 2013, Farrah y Reyna estaban sentados con Benjamín (gestionaron seis encuentros en total y cada uno duró siete horas).
Les cuento esto porque Reyna se ha lamido las heridas y, en colaboración con Farrah, ha escrito un libro desde los incendios. Se llama El extraditado. Es un retrato impecable de Benjamín y desde hoy comienza a venderse.
Lo leerán rápido, la escritura es vertiginosa. Reyna revela honesta y humanamente la decadencia del capo, pero también logra que Benjamín hable, por ejemplo, de su adolescencia, de la enfermedad que mató a su hermana Leticia, de los días en que él y su padre vendían fayuca en Culiacán, de cómo se hizo jefe del Cártel de Tijuana, de la vez que a él y al Mayo Zambada quisieron matarlos, de sus pleitos con el Chapo Guzmán, del asesinato de su hermano Ramón y de lo mal que la pasa en prisión. “A mí me extraditó el PAN, porque a mí el PRI no me extradita”, les dice Benjamín a Reyna y Farrah.
(ALEJANDRO ALMAZAN / @ALEXXXALMAZAN)