˝Me acuerdo, no me acuerdo: ¿qué año era aquel? Ya había supermercados pero no televisión, radio tan sólo…˝. Así comienza Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco, la mejor novela que se ha escrito sobre la colonia Roma, aunque no la única.
Antes, no estoy hablando de la infancia del escritor sino de hace apenas dos años, aún se veían en la colonia Roma pequeños comercios como estanquillos, tintorerías, sastres o impresores. A la mayoría de esta gente la han echado del barrio los propietarios de los edificios donde estaban sus negocios. En menos de un año, la renta de un local comercial pasó de 11 mil pesos a 50 mil. ¿Qué papelería o costurera puede resistir a semejante invasión? Pero eso no es lo peor: las casas porfirianas, parte del encanto indiscutible de esa colonia y patrimonio arquitectónico de nuestra ciudad, están siendo compradas por empresas constructoras que las derriban para erigir a destajo edificios modernos sin chiste alguno, sin que ninguna autoridad urbana se oponga. El INAH brilla por su ausencia.
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En la calle Chihuahua, por ejemplo, se construyeron más de 11 en menos de un año. Ahora no sólo escasean los servicios que hacen agradable a un barrio, sino que incluso el agua hace falta. Aquello que hacía tan atractiva a la colonia, aquello que la gente de Las Lomas o de El Pedregal va justamente a buscar está a punto de desaparecer. La Roma se está convirtiendo en una zona restaurantera como la de cualquier ciudad, en una vitrina hipster.
Pero los pequeños comerciantes no son las únicas víctimas de esta “gentrificación”, neologismo espantoso que se emplea cada vez más por culpa de esa colonia. A gente honesta y cumplida se le está pidiendo que deje su vivienda para poder subir las rentas al doble, en el mejor de los casos, o para demolerlas. Hace poco leí un artículo en el cual la Roma aparecía como el quinto lugar donde más se utiliza el airbnb. Por cierto, la mayoría de la gente ignora que las leyes de este país aún amparan a los inquilinos. Antes de desalojar a alguien mediante la fuerza pública, es necesario hacer un juicio cuyo primer resultado uno puede refutar por medio de un amparo y postergarlo así durante varios años.
La Roma se hunde. Esa colonia que hace dos años tenía aún el encanto de la mezcla social es ahora el ejemplo de cómo la falta de estrategia urbanista en la Ciudad de México, la avidez de las compañías constructoras y de los empresarios pueden acabar con uno de los barrios más encantadores de América Latina. Mientras la veo desintegrarse, no dejo de recordar a José Emilio Pacheco y decirme que por lo menos no le tocó ver esto.