Después de años y años de sufrirlos, México ha desarrollado una aversión contra los partidos políticos. Para la mayoría de la gente son mafias de políticos, descaradamente corruptos, cuya única finalidad es enriquecerse. Sin duda alguna el caso más patético es el del Partido Verde Ecologista, que con sus eslogans demagógicos, en los que tienen la desvergüenza de denunciar el populismo que ellos mismos practican, han apelado al miedo y al descontento de la gente, contaminado los espacios audiovisuales con propuestas como la pena de muerte. Cuna de juniors, como la del hijo de Roberto Madrazo o la de Salinas Pliego, el partido funciona como un satélite del partido en el poder (antes el PAN ahora el PRI) y de ahí que estos últimos lo defiendan cuando los demás quieren defenestrarlo. ¿Cómo explicar que un partido ecologista apruebe las reformas energéticas y promueva la pena de muerte? Pero el PVE no es el único. Las feroces querellas internas en el PAN, los recientes escándalos de los funcionarios del PRI (incluido el Presidente) con las empresas constructoras, la masacre de Ayotzinapa donde el PRD perdió la cara, han terminado con los últimos vestigios de su credibilidad. A tal punto que la consigna de estas elecciones parece ser la siguiente: vota, pero vota independiente.
Los candidatos sin partido son sin duda alguna los protagonistas en el tablero de estas elecciones. Antes era indispensable que un candidato perteneciera a un partido, asumiera sus compromisos y recibiera de este los recursos para su campaña. Las elecciones del 7 de junio, en las que reaparecen, nos han permitido vislumbrar la dimensión de nuestro hartazgo. La fuerza que ha cobrado Jorge Rodríguez Calderón, El caso del Bronco, avalado ya por el exgobernador Fernando Elizondo, un hombre de prestigio y credibilidad incuestionable, quien declinó a su candidatura para aliarse con él como posible jefe de gabinete, es elocuente. El Bronco se define como “un político incorrecto en rebeldía ante un sistema obsoleto que a los políticos nos les interesa remediar”. Pedro Kumamoto, candidato a diputado local en Guadalajara, es quizás el personaje más interesante de estos comicios. Su eslogan: “Los muros sí caen” ha convencido al elector tapatío. Por “muros”, se refiere a los que separan a los representantes de los representados, los que mantienen a la sociedad fuera de la toma de decisiones. Habla bien de él el bajísimo presupuesto de su campaña y el hecho de que no acepte donaciones de más de ocho mil pesos. Pedro Kumamoto toca un problema fundamental sin el cual, desde mi punto de vista, el cambio no es posible: todos debemos involucrarnos en la política y tomar una responsabilidad. Salir de la dinámica de las víctimas pasivas y abusadas, y participar, no sólo como electores, sino como vigilantes para que el gobierno cumpla cabalmente con sus responsabilidades. O, como dice el EZLN desde hace más de 20 años, para que por fin tengamos políticos que en vez de mandar gobiernen obedeciendo.
(GUADALUPE NETTEL)