Mi primer Mundial no lo vi, lo escuché por la radio. Se celebró en Inglaterra en 1966, lo sufrí y lo gocé en el patio de la escuela con un pequeño aparato de transistores donde a través de la AM con trabajos entendíamos la veloz narración de los locutores en turno. Sabíamos, eso sí, que había caído un gol, porque ellos alargaban igual que ahora la o hasta donde les alcanzaba el aliento. Y les creíamos cuando contaban que había sido una jugada magistral, un contundente remate de cabeza, un centro de lado a lado de la cancha. O por el contrario, una espectacular atajada del portero, un angustioso balonazo que se estrelló en el larguero -sí, entonces se decía “larguero” y no “travesaño” o “palo”-. Les creíamos y repetíamos sus palabras como si hubiéramos estado ahí mismo, en la tribuna, o mejor aún, a un ladito de la cancha.
Entonces ni la televisión ni el fut eran lo que son. Los canales eran muy pocos, había quien incluso no tenía tele, los aparatos, enormes, mostraban la imagen en blanco y negro y en las escuelas no nos permitían distraernos del aula para ver los partidos. Así que nos conformábamos con la radio: escuchar e imaginar durante el recreo.
Hoy, hay teles autorizadas en las escuelas y las transmisiones del Mundial son un negocio gigantesco, el deporte de la patada es más omnipresente que nunca, no solamente por la feroz competencia entre canales por los derechos, sino también gracias a Internet y a las redes sociales. Hasta se puede seguir un partido completito vía twitter.
Sí, las cosas han cambiado, son pocos quienes escuchan los partidos por la radio y cuando lo hacen es porque van apurados en el auto rumbo al televisor casero. Yo escribo esto cuando el país, luego del anticlimático empate a cero con Brasil, se come las uñas esperando que haya cuarto partido y me temo que ya no escucharé otro Mundial por la radio, ni aunque la emisora cultural de Jalisco transmita los partidos por sus frecuencias, como lo hace hoy de modo inexplicable.
Bienvenido a Guadalajara este nuevo proyecto periodístico. Larga vida a Más por Más.
(Alfredo Sánchez)