Este 19 de septiembre se cumple un año de que fuera encontrado muerto Francisco Javier Guerrero Zarur.
Ustedes, como fácilmente puede entenderse, no tienen por qué acordarse de quién era, pero debo decirles que mi familia y yo nos acordamos todos los días. Todos los días.
De ese tema escribí en este mismo espacio hace un año: Javier era mi primo y, como decía yo en ese texto, fue secuestrado un 27 de junio, a plena luz del día, en Cuernavaca, Morelos.
80 días privado de su libertad y finalmente muerto.
Nada es igual desde entonces.
Su esposa, sus hijos, su mamá, sus hermanas y todos nosotros hemos vivido tocados por este tema, sin que podamos dejar atrás nuestro luto.
Su muerte injusta, absurda, cruel, por supuesto que duele. Los larguísimos 80 días de cautiverio son imposibles de olvidar. Las consecuencias en todos los planos (sus hijos son pequeños…) ahí están.
Pero eso no es todo. A su muerte, dolorosa en sí mismo, hay que agregarle que no hay un solo detenido, ni un avance en la investigación, ni una pista. ¿Ni una esperanza, habría que preguntarles al gobernador y a la PGR? ¿Nos debemos acostumbrar a vivir así?
Nada dicen el gobierno del estado, que encabeza Graco Ramírez, ni la Procuraduría General de la República, que dirige Jesús Murillo Karam.
Cuando escucho las cifras alegres por la disminución de la violencia en el país, no puedo dejar de acordarme de este caso. Escucho que los homicidios, según las cifras oficiales, han bajado casi 28 por ciento este año y que en los primeros seis meses del año “apenas” hubo 9 mil casos iguales.
Qué bueno que bajen los homicidios. Que malo que no baje la impunidad. ¿Debemos estar satisfechos con que se cumpla la meta de frenar la violencia, aún cuando nueve de cada 10 casos de homicidios en el país se queden impunes? ¿Hay motivo para celebrar?
Por esa misma razón alguien nos podría decir: ¿por qué suponen que este caso se va a resolver, si en otros miles no ha pasado nada? Porque ya sabemos: en esos miles tampoco hay detenidos, ni sospechosos ni esperanza. Valiente “consuelo”. Mal de muchos…
Sé que cada año se acumulan miles de expedientes. Pero esa no puede ser nunca razón para olvidar, para dejar de exigir justicia, igual que hacen otras miles de familias que se niegan a quitar el dedo del renglón.
Cada día, estas familias tenemos que remar contra la desesperanza que implica recordar que la impunidad es una constante en este gobierno, en este país.
Que no existe la justicia pronta y expedita, que no hay mejores policías, que el crimen organizado apenas y cede plazas para que el estado trate de recobrar el control, pero pronto retoma otras, que sus brazos se extienden a otros delitos sin que nadie pueda frenarlos.
Pero insisto: esa desesperanza no nos impedirá volverle a decir al gobierno federal y al local que sin justicia no hay olvido. Que este caso se puede repetir una y otra vez. Que no hay tranquilidad ni paz, a pesar de sus cifras.
No olvidamos a Francisco Javier Guerrero Zarur. No olvidamos que son miles de casos que nos recuerdan que no hay motivos para celebrar.
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(DANIEL MORENO / @dmorenochavez)