Parecía un crisálida: un bulto blanco colgado de un hilo de seda, un insecto a punto de la metamorfosis. Era como un capullo a punto de alumbrar algo que no era una mariposa.
Se pensó que era un muñeco. Era un cadáver. Una persona amortajada, el rostro cubierto por una capucha negra, pendía de un puente.
“Cuelgan cadáver disfrazado de momia en puente de Iztapalapa”, tituló un medio. Iztapalapa, así lo mencionaron todos. Iztapalapa, la palabra-conjura para omitir que ocurrió en la ciudad de México, para decir que sí fue aquí pero que ocurrió en las afueras, donde ya casi no es aquí.
La imagen de la crisálida enmarcada por los colores del amanecer es más que una metáfora. Con el capullo el mensaje iniciático del ya llegamos, de la ley somos nosotros, del sálvense quien pueda. El cadáver del puente puede ser el inicio de una nueva etapa, de la metamorfosis venidera.
Cuando me convertí en corresponsal de guerra sin salir de México estuve en ciudades que tuvieron su propia escenificación de la muerte: hileras de hombres colgados de puentes, muertos con máscara de cerdo esposados a alguna escuela, pedazos de humanos esparcidos por las calles, cabezas adentro de hieleras.
La más de las veces escuché a gobernantes minimizando esos mensajes de Los Ellos labrados en las entrañas, no daban acuse de recibo, se decían analfabetas en esa escritura. Tiempo después vi a la muerte recorriendo las calles, dejando en la bruma a mujeres y a niños con el corazón roto, limpiando de hombres, jóvenes, pobres (el enmascarado de Iztapalapa era veinteañero de pelo rebelde de puercoespín, los ojos achinados, cicatrices en la cara).
Los testigos que prefirieron imaginar que la oruga que pendía del puente era un muñeco o una momia un par de días después supieron de otro cuerpo metido en un tambo. Y quienes hemos sido testigos de esas imágenes cerramos los ojos, respiramos hondo, lanzamos una oración-conjura, sabemos lo que significa.
El jefe de Gobierno capitalino consideró que no hay elementos para decir que Los Ellos ya llegaron. No ve los indicios. Han pasado cosas peores (“los dos decapitados encontrados cerca del aeropuerto, yo creo que eso fue más fuerte, porque ahí estábamos hablando no me acuerdo si fueron cuatro o cinco decapitados”), fue su respuesta.
Los Ellos siempre han estado ahí, publicó en su Facebook el periodista Alberto Nájar, experto en crimen organizado: “La capital es uno de los principales centros financieros de las organizaciones, el AICM es el tercer puerto de entrada de precursores para drogas sintéticas después de Manzanillo y Lázaro Cárdenas, y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos ubica negocios del Cartel de Sinaloa en el DF (Uno, del Mayo Zambada, está a dos calles de Palacio Nacional. Otro, de un compadre de El Chapo, es una cantina en avenida Cuauhtémoc). Y qué decir del guetto que es Tepito, la incubadora de sicarios en los cerros de Iztapalapa, el mercado de moda para anfetas y coca en la Condesa o las negociaciones de rutas de tráfico, cabildeos y amenazas en los restaurantes de mariscos de Polanco y Zona Rosa”.
Jesusa Cervantes en Proceso recordó: “Desde 2008 se han encontrado personas ‘encajueladas’, con el tiro de gracia, cubiertas con cinta canela y con mensajes amenazantes firmados por gente de El Chapo y el rey Zambada. Todavía más: en 2014 se detectaron 3 narcolaboratorios y otro este año.” Recordó que el multihomicidio de la colonia Narvarte, apenas en julio, fue atribuido a un zeta.
Ojalá los pronósticos fallen y este muñeco-momia-crisálida no alumbre más muerte.