“El pacto de Marcelo con Bejarano” por @MLopezSanMartin

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Marcelo Ebrard tiene la mira puesta en 2018. Se ve en la boleta presidencial. Para eso trabaja desde ya. Tiene claro el camino y sabe con quiénes puede recorrerlo y quiénes le estorban para alcanzar su objetivo. El ex jefe de gobierno es un animal político. Come, respira, duerme, pensando en política. Pasa el día construyendo escenarios. Y es un hombre al que le gusta generarse sus propias coyunturas.

Ebrard sabe que su primer peldaño es tomar el liderazgo de la discusión de la próxima reforma energética y fiscal, para después ganar, en los próximos meses, la dirigencia nacional del PRD. Pero eso, en los “usos y costumbres” perredistas es imposible, a no ser que se tenga o se forme parte de una tribu.

Por eso Marcelo presentó en sociedad, el sábado pasado, al “Movimiento Progresista”. Será su catapulta para llegar a la presidencia del sol azteca y desde ahí, seguir construyendo el camino hacia 2018, convertido en el “contrapeso” –como él mismo lo llamó el fin de semana pasado- del PRI y el gobierno de Peña Nieto. Marcelo sabe que su figura, si bien es fuerte en términos de opinión pública hacia afuera, resulta débil al interior del PRD. Solo no podrá avanzar. Por eso tuvo que elegir, y ya escogió aliado: de la mano de René Bejarano y su grupo buscará dirigir al partido.

Y no es que Ebrard y Bejarano sean lo mismo, pero es sabido que al ex jefe de gobierno molestó la fotografía que circuló hace días en donde aparecen sonrientes, beisboleros y aliados, Miguel Ángel Mancera y Andrés Manuel López Obrador. Para Ebrard más que la imagen, el mensaje de la fotografía fue claro: Mancera y AMLO están juntos y él ha quedado relegado.

Marcelo previamente ya había descartado aliarse con los Chuchos, pues los considera tibios hacia fuera –“opositores cómodos” del gobierno de Peña Nieto- y ambiciosos hacía adentro del partido –tienen cooptada la mayor parte de la estructura perredista-. Así pues, Ebrard descartó el acuerdo con Nueva Izquierda, que encabezan Jesús Ortega y Jesús Zambrano, pues en su cálculo político, además de pagar un alto costo por el mismo, perdería margen de maniobra.

Bajo esa lógica, distanciado del actual jefe de gobierno y cerrada la posibilidad de un acuerdo con Nueva Izquierda, Ebrard pactó con el “señor de las ligas”.

Marcelo sabe que Bejarano no le disputará el protagonismo mediático, pues su mala imagen se lo impide, y conoce de los “buenos oficios” que como operador político tiene. Pero sobre todo, y no es cosa menor: no ignora que Izquierda Democrática Nacional, tribu al servicio de Bejarano, además de contar con posiciones en la actual dirigencia del sol azteca (el secretario general del PRD, Alejandro Sánchez Camacho, responde a ese grupo), mantiene una robusta presencia política en la ALDF (al menos 14 diputados) y económica en seis delegaciones que gobiernan sus cercanos (lo que le garantiza el flujo de recursos y posiciones políticas).

A la ecuación habría que agregar que Bejarano está que trina contra Mancera pues, en corto, asegura “no le cumplió lo que le prometió”. Lo cierto es que al impresentable “señor de las ligas” dolió que el jefe de gobierno pintara su raya con él. Y más que eso, Bejarano y su grupo quedaron golpeados luego de que Mancera les tomara la medida y lograra ganarles la partida, primero, en la disputa por coordinación de la ALDF, donde el jefe de gobierno apoyó a uno de sus más cercanos: Manuel Granados, su ex coordinador de asesores en la PGJ DF, y después en la presidencia del PRD capitalino, donde Bejarano se quedó con las ganas de poner a un alfil suyo, y Mancera respaldó al ex jefe delegacional en Coyoacán, Raúl Flores.

Los enemigos de mi enemigo, son mis amigos, habría dicho Marcelo, quien encontró en Bejarano a un dolido operador, dispuesto a dar la batalla contra su rival político y decidido a acompañarlo en la aventura con miras a la renovación de la dirigencia perredista.

Por eso no extrañó ver en primera fila, y como invitada de honor al lanzamiento del Movimiento Progresista, a la senadora Dolores Padierna, esposa de Bejarano. Ni tampoco sorprendió que entre las ausencias más notables estuvieran la del jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, y la del líder de los Chuchos, Jesús Ortega.

A Mancera le habló Marcelo, pero lo invitó al cuarto para la hora. Ante lo que se interpretó como una descortesía, el jefe de gobierno tampoco hizo demasiado por ajustar su agenda y envió en su representación a un subsecretario – el de gobierno, Juan José García Ochoa-. Ortega no recibió llamada. En el equipo de Ebrard consideraron que la presencia de Zambrano, en su calidad de presidente del PRD, era suficiente. Así acabaron de pintar su raya con los Chuchos.

Lo que se ve, no se juzga, dice el clásico. Marcelo y Bejarano, en ésta van juntos.

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Adicto a twitter. Ha colaborado en Reforma, El Universal, Crónica, Emeequis y diversos espacios de radio. En Proyecto 40, conduce Informativo 40 y participa en “A que no sabías”. En el Canal del Congreso modera “Visión Universitaria”.

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(Manuel López San Martín)