Los chilangos no estamos acostumbrados a que el jefe de gobierno tenga relación con el presidente. A algunos capitalinos les brinca que Miguel Ángel Mancera dialogue y asista a eventos públicos con Enrique Peña Nieto. En cualquier país del mundo, el que las dos figuras políticas de gobierno más importantes –sean del partido que sean- tengan comunicación, no sorprendería: al contrario. Pero en el Distrito Federal es nota.
Andrés Manuel López Obrador no solo no podía ver ni en pintura a Vicente Fox, sino que a diario intercambiaban ataques y acusaciones. Marcelo Ebrard hacía verdaderos actos circenses con tal de no darle la mano a Felipe Calderón. Y ni qué decir de sacarse una foto juntos. La realidad es que tanto López Obrador como Ebrard, le daban la vuelta al saludo presidencial por conveniencia política. Para no ser tachados de “traidores”, pues. Aunque en los hechos sus respectivos gobiernos nunca dejaron de coordinarse -por ejemplo, en materia de seguridad pública y gobernabilidad- con Los Pinos.
Mancera le dio un giro a la relación. El jefe de gobierno, lo mismo acude a eventos con el presidente, que es escuchado y tomado en cuenta en Los Pinos y, sobre todo, ha logrado avanzar su agenda con el gobierno federal.
La crisis de la CNTE, que pretendió secuestrar la Ciudad, es muestra de ello. Mancera no solo logró sortear a la bélica Coordinadora –aún sin tener margen para atender la principal demanda de los profesores: dar marcha atrás a la reforma educativa- sin que la violencia se desbordara y aguantó las presiones de quienes le exigían un combate cuerpo a cuerpo entre policías y maestros, sino que obtuvo en la mesa de negociación recursos extras para la Ciudad a través del Fondo de Capitalidad.
Tras las protestas y desmanes de la CNTE, la imagen del jefe de gobierno resultó golpeada, pero apenas se desgastó: Mancera conserva una evaluación positiva que muchos envidiarían. La última encuesta de Parametría señala que siete de cada diez capitalinos entrevistados aprueban su administración. El 70% apoyan la manera en que Mancera gobierna. El alto porcentaje, cierto, es menor a lo que tenía hace unos meses, pero es, por ejemplo, 15% superior a los niveles de aprobación del presidente.
El jefe de gobierno no está en la lona, pero está “tocado”. La ventaja para él es que tiene un tanque de oxigeno que muchos quisieran. Cuando aún no ha llegado a su primer año de gobierno, no solo está frente a la segunda posición política con más reflectores, sino que tiene dinero. Mucho dinero. A la bolsa millonaria que el DF tiene como presupuesto, hay que agregar 7 mil millones de pesos que Mancera obtuvo, vía el Fondo de Capitalidad, para hacer frente a marchas, plantones y a las pérdidas y costos que generan.
Y no solo eso. Ganó otros dos cosas, no menores. Primero, garantizó el blindaje del programa de pensión alimentaria a los adultos mayores en la capital y, segundo, el DF será incluido en las partidas federales que reciben los 31 estados. En el primer caso, el jefe de gobierno consiguió dejar fuera de la “pensión universal”, propuesta por el gobierno federal, a la capital, con lo que mantiene el control del programa. En el segundo, avanza un paso en la reforma política de la Ciudad y en convertir al DF en un estado.
La relación del jefe de gobierno con Peña Nieto es buena, para nadie es un secreto. El asunto es que más allá de la relación, ésta ya arroja sus primeros saldos positivos, que servirán también, para que el grupo político del jefe de gobierno crezca, de cara a la elección de 2015, mientras disminuye a René Bejarano y Marcelo Ebrard, que ya se frotaban las manos ante el escenario complejo que se gestaba en la capital.
Así pues, con el Fondo de Capitalidad ya pactado, una buena relación con el presidente y una evaluación positiva de su gobierno, la CNTE tendría que dejar de ser dolor de cabeza para Mancera. El retiro del plantón de la Coordinadora del Monumento a la Revolución, es cuestión de días.
(MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN / @mlopezsanmartin)