A partir de los hechos trágicos de Iguala se han escrito varios libros y cientos de artículos y reportajes que han aportado información sumamente valiosa que en muchas ocasiones ha desmentido las versiones oficiales y las “verdades históricas” que se han excretado desde el gobierno federal.
Un buen número de periodistas, fotógrafos, escritores, activistas, poetas, sacerdotes y ciudadanos en general han adquirido un compromiso especial con las víctimas de este suceso que no tiene como principal interés “cerrar el caso” y pasar a otra cosa, sino conocer los hechos de manera que se les pueda dar una respuesta seria a los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos, buscar que se haga justicia de una manera imparcial y, de paso, desenmarañar esa perversa red que se sostiene por un lado del crimen organizado y, por el otro, de las autoridades gubernamentales.
Pero quizás el mayor compromiso de este interés por no soltar el tema es que la desaparición de los 43 estudiantes en Iguala no nos sea ajena. Que esta sociedad, a veces indiferente, a veces adormilada, sea capaz de ver a estos jóvenes como cercanos y no como los otros. Los otros que desaparecen, los que torturan, los que asesinan y queman. Los otros que sufren. Los otros que se indignan, los otros que buscan. Que acercándonos a sus historias y a sus vidas podamos verlos como hermanos, como hijos, como amigos; como en el libro Ayotzinapa. La travesía de las tortugas, donde 43 periodistas escogieron cada uno a un normalista para contar su historia antes del 26 de septiembre de 2014 .
Terrible y desesperanzador que, pese a este gran esfuerzo por contar las miles de historias que se desprenden de esta tragedia, siga habiendo personas que piensan aún que estos jóvenes –y los miles de desaparecidos y asesinados en este país– nada tienen que ver con nosotros, que están lejos, que quizás se lo buscaron. Triste que sigamos viviendo en el país de los otros y no en el de nosotros. Tal vez será demasiado tarde cuando nos demos cuenta de que somos los mismos.
Y como escribió el poeta David Huerta en su poema Ayotzinapa:
“Esto es el país de las fosas
Señoras y señores
Este es el país de los aullidos
Este es el país de los niños en llamas
Este es el país de las mujeres martirizadas
Este es el país que ayer apenas existía
Y ahora no se sabe dónde quedó”.