Andrés Guardado patea el balón (el futbolista ignora que parte del público nacional que observa el partido por televisión está indignado con el hecho de que, por segundo juego consecutivo, se le marque un penal más que dudoso a la Selección Mexicana en el minuto 90, a un paso de ser eliminada, y de pronto surge en la cabeza de varios aficionados la idea de que Guardado debería fallarlo voluntariamente, escupir en el regalo arbitral y dejar que el equipo sea eliminado en vez de avanzar bajo sospecha. Ignora Guardado que esos aficionados no se limitan a ver el partido México-Panamá como un hecho autónomo en el Universo, sino que relacionan el comportamiento de los árbitros con la corrupción mexicana, esa que brota hasta de las alcantarillas todos los días, en todas y cada una de las expresiones de la vida pública, y de la que tantos de esos mexicanos están hartos, hartos al grado de que, por más que los medios dramaticen, ni siquiera parpadean cuando un grupo de oficiales es masacrado por el crimen organizado, porque esos oficiales son indistinguibles de los que cada día los extorsionan, de los que cada día aparecen en los periódicos detenidos aquí o allá como empleados de los criminales, de los que con frecuencia abren fuego contra civiles desarmados. No sabe Guardado, o le vale gorro, que la corrupción tampoco es ajena a la FIFA, entidad que vertebra el futbol profesional, y que la CONCACAF, federación que organiza esa Copa de Oro en la cual se desarrolla el partido en que tiene la responsabilidad de marcar un penal dudoso en el minuto 90, está siendo investigada a gran escala por corrupción. Así, pues, no sólo es difícil sostener la idea limpia y deportiva de que esos penales han sido casualidades, sino que existen, al menos en las cabezas de esos espectadores cansados de ser tomados por imbéciles, una ingente cantidad de datos que mueven a la incredulidad. Como que el entrenador y varios de los jugadores de esa selección favorecida hayan tuiteado en favor de un partido político la víspera de las elecciones federales y luego hayan fingido que lo hicieron -todos a la vez, y en perfecta sincronía con otros “líderes de opinión”- por convicción política. ¿Alguien le cree al Piojo? ¿Alguien le cree a la CONCACAF? ¿Alguien le cree a la FIFA? ¿Alguien le cree al gobierno? Bueno, pues por eso, porque el futbol se caracteriza por ir más allá del pasto en que se juega y relacionarse con la vida cotidiana de sus espectadores, es por lo que algunos quisieron de pronto que Guardado fallara) y anota el penal.*
(*La estructura de este texto está descaradamente inspirada en el relato Ventana(s) en la noche, del escritor jalisciense Mariño González).