Tuve la oportunidad de asistir, la semana pasada, a un Congreso de Periodismo en España, donde nos invitaron a tres periodistas mexicanos para hablar del “nuevo periodismo” que se hace en el país.
Los tres coincidimos que habría que cambiar el foco, que eran más los problemas y los retos, que los logros.
Me tocó decir, por ejemplo, que “qué más quisiera que las conferencias sobre México nos permitieran hablar de tequila, mariachis y Cancún, de nuevo periodismo, libertades democráticas y nuevas audiencias, antes que de asesinatos de periodistas, corrupción o presiones gubernamentales, de violencia y desigualdad”.
Matices aparte coincidimos que no es un tema de “yo creo”, sino que hay datos suficientes para sostener que vivimos un regresión en temas como libertad de expresión y derecho a la información y que hoy estamos lejos de vivir mejor de lo que ocurría en el pasado.
Hablar hoy de periodismo es subrayar el reclamo a los gobiernos de la alternancia, que fueron incapaces de modificar la relación corrupta que hay entre medios y gobierno. O peor todavía: intencionalmente no hicieron nada.
Y de sumar a este reclamo algunos para el nuevo gobierno: su insistencia por ver el periodismo como una incomodidad, su rechazo a la rendición de cuentas y a escuchar voces distintas, la impunidad que permite en las agresiones a periodistas…
Los medios, nunca está de más insistir, no están diseñados –muchos, quizá la mayoría- para hacer y vivir del periodismo. Y así vive cómodamente el gobierno.
Imposible no hablar de Moisés Sánchez: 75 días después de su secuestro y asesinato, sólo uno de los seis presuntos responsables materiales ha sido arrestado, y el supuesto autor intelectual, el alcalde de Medellín, Veracruz, no está preso y ni siquiera se le ha quitado el fuero. Es cierto que dejó la alcaldía, pero fue por decisión propia, y hoy no se sabe dónde está.
La nota, por si fuera poco, no ocupa ya ningún espacio en medios.
No faltó, al final de la conferencia, quien nos comentara que quizá habíamos pintado un panorama demasiado negro, que México vivía reformas, que los espacios democráticos se ensanchaban.
En mi caso insistí: sólo veo a una sociedad civil más decidida, organizada y activa y hay cada vez más periodistas dispuestos a romper el cerco, particularmente en medios alternativos. Pero no mucho más.
¿Fuimos pesimistas?
Terrible “coincidencia”: al mismo tiempo que estábamos en la conferencia, en México MVS despedía a dos periodistas, Daniel Lizárraga e Irving Huerta. Lo hizo, además, con un pretexto menor. Ambos periodistas forman parte de un equipo de investigación que puede presumir algunas de las revelaciones más importantes -e incomodas- en lo que va del sexenio. Este despido terminaría por detonar la salida de Carmen Aristegui y todo su equipo de la radio.
Insisto: ¿fuimos pesimistas? No lo creo. En realidad estos últimos hechos, representan el peor desmentido posible para los optimistas: no son buenos tiempos para el periodismo.
(DANIEL MORENO)