Dos horas antes de que el avión aterrizara en Gander, Canadá, en una escala del largo viaje a París, el Presidente tendió sobre la mesa sus fichas de dominó. De acuerdo con la narración del periodista Roberto Zamarripa en el diario Reforma, Enrique Peña tomó un celular y en una habitación privada atendió la llamada de su secretario de Gobernación.
–Se fugó el Chapo –le dijo Miguel Osorio.
Peña regresó a su lugar y compartió la noticia con sus compañeros de juego: Aurelio Nuño, entonces jefe de la oficina de la Presidencia; Luis Videgaray, secretario de Hacienda, y el vocero presidencial, Eduardo Sánchez.
Preguntó en cuánto tiempo aterrizaría el avión en Canadá y le informaron que en un par de horas.
¿Qué hizo el presidente?
“Vamos a terminar”, ordenó señalando las fichas blancas y negras.
Peña ganó con cuatros.
El presidente rehusó montar a mitad de vuelo un cuarto de situaciones de emergencia para discutir en ese momento cuál era el estado de seguridad nacional que provocaba la fuga del Chapo Guzmán y qué decisiones inmediatas debía tomar su gobierno. Quizá no quiso hacerlo porque no se encontraba con ellos Osorio, quien formaba entonces, junto con Nuño y Videgaray, la triada de hombres más cercanos con quienes suele discutir los asuntos más graves de la administración.
Quizá ese instante simboliza el estallido de una de las mayores crisis en el gobierno peñista: terminar una partida de dominó en lugar de solicitar información, pensar, discutir y planear.
¿Qué sucedió después? ¿En qué momento se encuentran el Presidente y su gobierno al cumplirse dos meses del escape del siglo?
Después de que los columnistas afines al gobierno atendieron la orden de Los Pinos y levantaron una andanada descarnada en su contra, todo mundo pensó que los días del secretario de Gobernación estaban contados.
Pero Osorio, encargado de los asuntos de seguridad nacional, no renunció.
¿Sobre qué institución recaía la responsabilidad del circuito de audio y video que vigilaba el encierro del Chapo?
El Centro de Investigación y Seguridad Nacional.
Su director, Eugenio Imaz –un funcionario nacionalista que en dos años mudó a su familia al extranjero– continúa despachando con normalidad. Tampoco renunció.
Sesenta y seis días después de que el Chapo se fugó por un túnel que debió construirse durante meses sin que alguien viera o escuchara absolutamente nada, ningún funcionario del primer círculo peñista ha renunciado como muestra de dignidad republicana o de castigo por incapacidad.
Hace dos días, el presidente Peña escribió un tuit presuroso:
“México condena estos hechos en contra de nuestros ciudadanos y ha exigido al gobierno de Egipto una exhaustiva investigación de lo ocurrido”.
Esa declaración es un reflejo del doble discurso con el que el gobierno se conduce: Investigación exhaustiva en Egipto y oscuridad impasible en Ayotzinapa, Tlatlaya, Apatzingán, Tanhuato y otros asuntos graves que se acumulen en los meses y años siguientes.