“Es una marranada”. Miguel Herrera.
Cuenta la leyenda que los mexicanos eran un pueblo consciente y comprometido con su realidad política. Eran una sociedad moderna, participativa, crítica e incluyente. Un pueblo cabrón de valientes guerreros siempre dispuestos a tomar las calles y a elevar su grito contra la miseria y la injusticia.
Los mexicanos no dejaban nada al ahí se va. Cuando sucedía una tragedia no quitaban el dedo del renglón hasta que se hacía justicia.
Cuando el Presidente de la República reformaba la ley a su antojo para beneficio de su grupo político y de las empresas que lo apoyan, cuando el congreso intentaba secundarlo de modo rastrero el pueblo vivo era un solo puño golpeando sobre la mesa del debate. Y no había reforma ni ley secundaria que no pasara necesariamente por la aprobación de todos los sectores de esa sociedad tan informada y ecléctica.
Sin embargo, una terrible maldición caía cada cuatro años sobre esa gente indomable. Un evento capaz de derribar su agudeza y lucidez. Un suceso que los enajenaba, que los alienaba y abducía, y que les provocaba tal nivel de estupidez que hasta confundían el “A ver” con el “haber”.
No tuvo que pasar mucho tiempo para que esa maldición se volviera una bendición para otros, entidades malignas que aprovechaban el apendejamiento masivo que provocaba “el evento” para cosas tan diversas como vender pantallas, o aprobar leyes infames, mientras los mexicanos se hallaban hipnotizados como bajo los efectos del toloache o del rivotril.
Cuando despertaban de su eufórico sueño no entendían por qué habían sucedido tantos actos impunes sin que se hubieran dado cuenta, como tampoco entendían por qué ya no tenían dinero, estaban gordos, endeudados y, lo más doloroso, por qué no podían sentarse.
De nada servía que recuperaran los sentidos y su espíritu crítico terminado “el evento”, puesto que todo lo terrible ya había sucedido durante el periodo de hibernación cerebral al que el pueblo se veía sometido. Así, los mexicanos fueron perdiendo poco a poco su capacidad de entendimiento. Ahora no saben quiénes son ni dónde están. No entienden por qué les pasa lo que les pasa.
Supersticiosos e ignorantes, aseguran que se trata de una maldición, que es una cosa que les sucede cada cuatro años, juran que es el Mundial, pero lo cierto es que son leyendas. Ellos así son siempre.
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(FERNANDO RIVERA CALDERÓN / @monocordio)