Esa noche en Bellas Artes él no quería un homenaje. Le convencimos de que aceptara porque es un sonámbulo que enamora a las mujeres, que seduce a los hombres desprejuiciados, que irrita a los machistas y deja mudos a los discapacitados amorosos.
Sobre Alberto Ruy Sánchez dijo Octavio Paz: “Su novela Los nombres del aire, es una sorpresa. No invención de un lenguaje sino un lenguaje inventor de atmósferas insólitas”. Es intelectual de una pieza, un escritor que ha elegido el camino más difícil de la literatura: el luminoso. Alberto no se detiene en el manido camino de la erótica que navega entre la putería afrancesada de satén rojo y los látigos sadomasoquistas de cliché. Por el contrario, este intelectual amoroso ha dedicado una parte de su vida a explorar el deseo, no solamente, como muchos creen, el deseo carnal y evidente; el deseo del todo como uno más de los sentidos que justifican nuestra existencia.
Su nuevo libro, El Quinteto de Mogador, representa una poética excepcional. Algunas dirían que es incluso uno de los más importantes poetas feministas, porque ha creado una escuela de la exploración del deseo que trasciende todos los constructos culturales del machismo y el hembrismo; Alberto no se ocupa de la violencia y la dominación como elementos erotizantes, reinventa una nueva mirada que profundiza en el deseo como herramienta vital de la búsqueda profunda de lo humano.
Como buen alumno de Roland Barthes, Alberto estudió en su juventud Fragmentos de un discurso amoroso y sentó las bases para su búsqueda con lo que él llama los “expedientes principales”: El deseo femenino. El deseo masculino. El deseo de crear un paraíso del deseo y el deseo de construir un lugar de elección en el mundo cambiante del deseo.
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Cada vez que algún amigo se siente perdido, solitario, melancólico, le regalo algún libro de Alberto. La última vez que una joven amiga se fue a la India a buscarse a sí misma me pidió que le regalara un libro, puse en sus manos Los jardines secretos de Mogador. Un estudiante de 20 años que me dijo que su vida no tenía sentido recibió Los demonios de la lengua y decidió escribir su dolor en lugar de buscar la muerte. Una querida actriz tiene como libro de cabecera Elogio del insomnio y lo presume como a un hijo recuperado de la guerra.
En un país lleno de miedos, de resentimiento, de angustias por la violencia y su hermana la impunidad, donde el desasosiego se instala en cada sobremesa, Alberto, el intelectual, el conferencista, el ensayista a quien Octavio Paz admiraba como a pocos, nos lleva de la mano por los caminos más vitales a preguntarnos aquello que olvidamos en el atareo cotidiano. En El Quinteto de Mogador se integran las voces de la búsqueda, el asombro, la soledad, la magia, el sueño melancólico y las razones para existir a pesar del mundo raro en que habitamos. Son muchos libros en un solo volumen, en sus páginas cabemos todos y todas, nuestros deseos y añoranzas, los miedos y los sueños más insólitos, las preguntas que los hombres callan, las respuestas que las mujeres ocultan. Su literatura nos recuerda que somos seres deseantes, nos acerca a la vida que importa, esa en que nos miramos y tocamos para existir de nuevo.