Durante años me he sentido orgulloso de ser chilango por muchas razones, entre otras, por saber que vivía en una ciudad en la que se respetan los derechos como en pocos puntos del país. Hoy, ya no puedo decir lo mismo.
El segundo caso es el de Juan Martín Pérez, conocido defensor de derechos de la infancia que fue arrollado por granaderos mientras cargaba a su hijo sin que él, ni su familia, estuvieran atacando a nadie. El tercero, también público, es el de Layda Negrete a la que golpearon los policías mientras le gritaban “Pinches, putas, pero querían venir”.
Los hechos son graves pero son todavía peores cuando son avalados por Miguel Angel Mancera. Tuvieron que pasar casi cuatro días para que hablara, mientras, su silencio fue ocupado por su Secretario de Seguridad Pública que orgulloso declaró que se puso orden, “le guste a quien le guste”.
¿Ésa es la respuesta de un gobierno de izquierda?, ¿eso merecemos los habitantes de la ciudad?, ¿que no es el DF la sede de luchas históricas por la democracia, por los derechos de vanguardía?
Mancera dijo que no estaba de acuerdo con esa declaración pero no dijo más. No condenó ni el dicho de su empleado ni los abusos de sus policías. No admitió errores.
Dejar casos tan serios sin castigo es una traición a la Ciudad y a su historia, es dejarnos expuestos a todos los que salgamos a las calles en la próxima protesta, es mandar un mensaje a la sociedad de que nosotros podríamos ser los siguientes.
Por eso Mancera debe rectificar y anunciar la creación de una comisión con actores independientes que investigue qué ocurrió. Porque es claro que ellos mismos no se pueden investigar.
El Jefe de Gobierno debe anunciar que habrá consecuencias de la tortura gracias a las cámaras de la seguridad, las bitácoras de policías, etc. Y que una vez identificados los culpables se las castigará, incluyendo a sus jefes que serán cesados de inmediato por ser responsables de la acción de sus subordinados.
Pero si nada de esto pasa, si Mancera no corrige, si no reconoce el error, si no castiga a nadie, entonces que por favor nadie vuelva a decir que en esta ciudad se respetan los derechos y dejémonos de una vez por todas de tanta hipocresía.