Contrario a lo que muchos no usuarios de #taxi piensan, no todos los #taxistas son parlanchines. Y si no te gusta platicar con el chofer del momento, hay varias tácticas harto conocidas entre pasajeros frecuentes para evadir la chacota: sacar un librito y fingir leer (o leer en serio, para variar un poco y ser lector y no cargador de libros, ¿qué tal?); hablar por teléfono o de plano, clavar los ojos en el celular como si la vida se fuera por la pantalla…Aunque la verdad es que a los taxistas verdaderamente parlanchines no les importa mucho interrumpir para compartir sus pensares y sentires.
En los últimos años, he descubierto otra forma muy eficaz de cerrar el pico a los taxistas: viajar con niños. Cuando viajo con Celu regularmente los señores del volante no solo callan, me da la impresión de que básicamente se hacen chiquitos no para ponerse a la altura de mi hija, sino para de-sa-pa-re-cer, creo que les gustaría ser tragados por el volante, y es que claro, los niños de 5 años son la esencia de lo parlanchín y no hay quién los pare, vamos, no funciona ni el famoso truco de “vamos a jugar a ver quién aguanta más tiempo sin hablar”.
Sin embargo, nunca falta la excepción, y recientemente nos encontramos con un #taxista que gozaba platicando con ella, y dándole consejos (dejaría de ser taxista si no lo hiciera, ¿no?). Así que, ya en confianza, y luego de intercambiar datos básicos: nombre, edad, escuela, #taxista se desató y nos regaló un poco de sabiduría: le recomendó a la infanta “estudiar mucho”, porque él no lo hizo y ahora es #taxista, “si hubiera estudiado -dijo-, andaría con corbata en una oficina” (en algún punto de su reflexión de vida, me parece, la corbata sigue siendo símbolo de “estatus” para él).
Después, el buen hombre añadió un colofón que podría sonar irrebatible si no fuese falso: “tu papá seguro tiene carro, es porque estudió”. Ejelé, ¡pues no! Su papá sí estudió, pero en realidad abandonó los avatares de su profesión para seguir los pasos a su pasatiempo en eso que hoy se llama emprendurismo. En fin, que carro si tiene, pero no porque “estudió”. Celu algo de eso ha de intuir, porque le contestó que su mamá también estudió, pero que “no le gusta manejar” -y por eso viaja en taxi. Llegamos a nuestro destino y Celu quedó -como todos los días- depositada en la acera de la escuela. Pero #taxista no se movió hasta que vio que cruzaba el umbral de la puerta, pese a que yo le decía con insistencia neurótica (“se me hace tarrrrde”) que podía arrancar enseguida; que no se preocupara, pues hay vigilantes de sobra que la “encaminan” hasta la puerta cada día, pero #taxista no se movía, no fuera a ser que la nena no siga sus consejos, se escape del estudio y al rato la veamos frente a un #taxi 😛