La única manera de competirle a UBER, me dijo, es ofreciendo un mejor servicio. Si logro que a usted le guste mi trabajo, sé que será mi clienta más fiel.
El que conduce es un hombre algo mayor, entrado en canas. Con tos de perro vagabundo (ya fui al médico, me comenta mientras muestra una bolsa llena de medicinas; sé que tengo que descansar, pero tomarme un día, eso sí está cañón). No pierde ni el volante, ni la ruta, ni la sonrisa de chilango recorrido en calles.
Es sábado en la noche, pido un taxi de sitio. Me recoge una unidad modesta, pero en condiciones más que aceptables. El conductor abre la puerta con un buenas noches muy sentido y la primera sorpresa: me subo a un taxi limpio, completo, sin piezas bailoteando, que huele bien. ¡Vaya! Ni siquiera uno de esos resortes sueltos de sillón trasero que ruborizan cualquier pudor. Por favor, póngase el cinturón de seguridad, me dice. ¿Cómo siente el aire? ¿Cierro la ventanilla? Y la música, ¿le molesta el volumen? ¿Quiere escuchar otra cosa? ¿No? Bueno, vamos. Si no tiene inconveniente, seguiré la ruta que marca Waze. Y, por cierto, esta unidad tiene servicio de WiFi gratis. Si lo quiere le doy la clave. Y acá puede poner a cargar sus celulares. Vamos, pues. Traigo varias revistas también, si es que usted desea leer algo. Luego, guarda silencio. Y ahí nos movemos, rumbo al destino señalado.
No, no estoy soñando.
Sí, sí es un taxista de la Ciudad de México.
No, no es un loco, prófugo del sindicato de taxistas.
Sí, sí es un hombre consciente de la competencia.
La única manera de competirle a UBER, me dice cuando mi curiosidad no puede más y le pregunto del por qué de un servicio tan integral, es siendo mejores. Yo le ofrezco todo esto y el viaje, además, le sale más barato que con ese servicio (sí, ESE servicio, esa aplicación que te permite solicitar coche y chofer como si fuera taxi pero sin serlo). No está fácil, continúa. Para cubrir gastos debo sacar 800 o mil pesos libres, diarios. Además, pagamos seguro y la revista y las placas y el sitio y tanta cosa. Mi mujer está con incapacidad médica y sólo recibe el 60% de su sueldo. Pero bueno, todo por sacar adelante a mi hija, y se le ilumina la cara, “una preciosa niña de diez años, muy inteligente”.
Pienso en lo mucho que se ha dicho y escrito sobre la disrupción que un servicio como UBER significa para el mercado de los taxistas (en México y el mundo). Y aunque no soy ajena al hecho de que sí es importante revisar condiciones de operación de esas nuevas ofertas de transporte, no puedo más que agradecer que algunos (como este taxista y otros, según me entero luego) hayan optado por entrarle a la competencia ofreciendo un mejor servicio.
Gracias, Don Andrés, en mi ya tiene una clienta fiel.