Gilberto Ortiz Osorio llegó descalzo a una ciudad de seis millones de personas. Desde que se bajó del autobús quedó fascinado, tanto que no volvió a la Mixteca en 20 años. No le importó pasar la primera noche debajo de un puente en la Candelaria de los Patos. Tampoco apaciguar el hambre con las frutas que se tiraban en La Merced. Durante dos días, Gilberto, de 12 años, se dedicó a recorrer encantado el “perímetro jovial de escuelas universitarias, oficinas públicas, mercados que presagiaban a las megaciudades, iglesias virreinales, provincianos que soñaban con hacerla, rentas congeladas, cabarets desacostumbrados a la seguridad, librerías de segunda y comercios a la antigua” que era el Centro, según Monsiváis, en los años sesenta.
Entonces se topó con la sastrería de José Schoeder en la calle de 5 de Febrero. Por la ventana vio cómo el alemán trazaba sobre su mesa. Y se metió para mirar de cerca. “¿Qué se le ofrece, jovencito?” Así consiguió un trabajo como aprendiz, una comida al día y la oportunidad de dormir en el taller. Y una vocación. Esto me lo cuenta Gilberto muy serio, aunque con una sonrisa, en su sastrería de Londres 209, en donde también me habla de los tres únicos sastres que hay en la ciudad: “Mi hermano Arturo, mi hijo Darío y yo”.
– ¿A poco no hay más?, pero si yo he visto otras sastrerías, incluso aquí mismo en la Zona Rosa.
– Son camiseros, saqueros, compostureros. Yo me refiero a maestros sastres, a los que sabemos cortar y hacer de todo: un chaleco, una camisa, un saco, un pantalón y hasta vestidos para mujer. Por eso quiero abrir un taller-escuela, para que haya más.
En la Sastrería Gilberto Ortiz e Hijos uno se siente el más fachoso. Y lo es. Ya van dos veces que me retacha. “No le puedo tomar las medidas para su traje si viene en jeans.” No chisto. Confío en su destreza, premiada internacionalmente. Gilberto es uno de los tres mejores sastres del mundo, de acuerdo con un concurso reciente. Los otros dos son un italiano y un inglés. Y, a pesar de que entre sus clientes han estado Enrique Álvarez Félix, Augusto Monterroso, Luis Miguel, Francisco Porrúa y un ex presidente de la República (no dice cuál), Gilberto me trata bastante bien, con el mismo esmero con el que habla de sus telas Scabal o enseña la foto que le tomaron con el inglés Richard Anderson. “Con él se visten los hombres más elegantes del planeta”.
– ¿Quién es el hombre más elegante de México?
– Hay un empresario que se llama Carlos Villagrán, pero es raro que los mexicanos nos vistamos bien.
Qué ganas de encargarle los 25 o 30 trajes que recomienda tener en el armario. Y las camisas y las mancuernillas y los sacos sport. Pero con qué ojos. Y tampoco puedo pagarle con trabajo: sólo acepta aprendices de máximo 14 años. En otra vida será.