El Viaducto de los asaltos

Una vez que le robó todo, lo despidió con un cachazo en el rostro.

Nomás porque sí.

Noche de media semana, no tan tarde. Tránsito detenido en toda la ciudad. Coche tras coche tras coche tras coche, avanzando a penas y con pena, horas pico. Ahí, sobre Viaducto y el entronque a Parque Lira, no muy lejos de la residencia presidencial. De Los Pinos, pues. De pronto el golpe en la ventanilla, la pistola, el dame todo lo que tienes hijo de la chingada, el ya llévatelo, los estira para que afloje, el arrancarlo todo. Y en la despedida, un cachazo en el rostro. Nomás porque sí.

Ya entrados en gastos, pues. Los demás automovilistas miran al techo, al piso, se hacen weyes, no tocan ni el claxon. Saben que sirve de poco. No es falta de solidaridad, es pura prudencia para sobrevivir.

¿Se ha intensificado la violencia hormiga en el DF? No tengo datos, porque además estos robos no suelen denunciarse (¿para qué?). Pero basta recorrer historias, preguntar aquí y allá, peinar redes sociales, coleccionar anécdotas que coinciden: el Viaducto se ha convertido (otra vez) en territorio libre para el asalto a automovilistas. De preferencia en horas pico: ahí están atrapadas las víctimas, ni para dónde hacerse, expuestas en su fragilidad dentro del auto que las transporta.

Decidió bajar la mirada. Un poco ese instinto de si no los veo no me ven. Otra vez Viaducto, en hora pico más tempranera. Luz de sol, pues. Ahora más por la zona de la Doctores. Llegaron varios, corriendo hacia los carros, mientras el vigía designado encañonaba a los automovilistas vecinos. La amenaza era clara: ni te muevas, ni toques el claxon, ni se te ocurra. Fueron quitando las pertenencias a todos. Duró minutos y volvieron a soltar algunos cachazos. Otra vez nomás porque sí.

Luego salieron corriendo. Los carros que pudieron, comenzaron a circular. Nadie volteó a ver al otro. ¿Para qué? Hay algo de vergüenza en el acto. Un poco la sensación de haberse sabido encuerados. Expuestos en su fragilidad dentro de la ciudad que los alberga.

Podría seguir y seguir. Más historias, todas iguales. La misma vía “rápida” del mismo Distrito Federal, de las mismas delegaciones. Pero resultará aburrido, ¿o no? El tedio de la costumbre. El tedio de la violencia vuelta costumbre.

El tedio.

Cuando salí del aeropuerto, tomé Viaducto. Sin pensarlo mucho. De pronto sentí miedo. Me vinieron las historias, me vi, me salí.

Me encabrona tener miedo.

(GABRIELA WARKENTIN)