Se va por la vida repitiendo que después de la conquista, Cortés ordenó que en Tenochtitlan no quedara piedra sobre piedra, como si a uno le constara o lo hubiera leído de su puño y letra. Hasta que se revisa el artículo “El criterio artístico de Hernán Cortés” que escribió Manuel Toussaint en los años cuarenta. Así se entera uno de varios asuntos interesantes, como que el conquistador decidió conservar “para memoria” algunos “adoratorios, cúes y templos” que siguieron funcionando ¡hasta 1538!
También al consultar la tercera carta de relación de Cortés y la crónica de Bernal Díaz se conoce el espíritu práctico y acaso humanista del extremeño, quien una vez terminado el sitio mandó que se limpiaran las calles y compusieran los puentes y las calzadas “como de antes estaban”. ¿Para qué desperdiciar un diseño urbano funcional? La idea de derribar y empezar de cero apela más a nuestros políticos contemporáneos que a un civilizador con personalidad renacentista, el cual por cierto aprovechó el embarcadero de Tetamazolco para construir las Atarazanas, la fortaleza de estilo mudéjar que inauguró la arquitectura española en la ciudad.
Lo anterior puede explicar que la traza del “jumétrico” Alonso García Bravo haya respetado el eje oriente-poniente (ligeramente norponiente) que aún conecta el Centro con Tacuba, así como los caminos hacia Iztapalapa y el Tepeyac, las acequias principales y el acueducto de Chapultepec, por mencionar lo más notable. Y de paso la disposicion reticular de las calles que aún caracteriza al primer cuadro de la ciudad (esto ha sido estudiado por Luis González Aparicio y otros autores).
Es verdad que los españoles y sus aliados mesoamericanos la destruyeron. Esto es normal al momento de conquistar la capital de un reino o imperio en aquellos años. Pero también es de reconocerse “el criterio artístico” de Hernán Cortés, que no tuvieron por ejemplo los romanos en Jerusalén, etcétera.
Aunque nos jactemos de los nuevos edificios, vialidades y nomenclaturas, es un hecho que en el Centro continuamos disfrutando la urbanística mexica que Hernán Cortés prefirió no borrar del todo. Quizá no haya que cerrar los ojos para imaginar cómo era la capital de los tenochcas, sino abrirlos más para descubrirla.
¿Y si le diéramos las gracias en su tumba de República del Salvador y Pino Suárez? No le hace que nos duela en nuestro orgullo anti cortesiano que a estas alturas ya no viene al caso, yo digo.
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(JORGE PEDRO URIBE LLAMAS / @jorgepedro)