¡En sus marcas, listos, muerdan!

Hace dos días, entró en vigor el nuevo reglamento de tránsito. Para la policía no pudo haber ocurrido en mejor momento: empezando la quincena previa a la navidad, todos los incautos con su aguinaldo en la guantera.

Se trata de un reglamento extremadamente estricto para un país donde el nivel de educación automovilística es tan bajo que ni siquiera existe el examen de manejo, donde la licencia se le otorga a cualquiera que asegure saber conducir, aunque tenga cataratas en los ojos y use lentes de fondo de botella. Lo digo por experiencia. Me pregunto si ese reglamento fue copiado de algún país del norte de Europa con todo y sus precios, pues lo que más llama la atención no es que el límite de velocidad para avenidas como Patriotismo sea de apenas de 50 k/h (como si el caos vial que tenemos fuera poco), sino las multas estratosféricas, que en ocasiones alcanzan los 12 mil pesos.

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La ecuación es sencilla y los gobernantes lo saben: cuanto más realistas sean las multas y más fácil el trámite para pagarlas, mayor será la cantidad de personas que cumplan con sus obligaciones. De lo contrario, el único resultado será reforzar uno de nuestros rasgos culturales más arraigados: la mordida. En esta ciudad (¿habrá alguna en toda la República donde no suceda así?), la legitimidad de la policía es nula. ¿Con qué cara nos van a multar, cuando desde hace años vemos a los choferes de microbús pasarse los altos, circular sin luces, detenerse en segunda fila, echar lámina con sus rines afilados como armas letales, con toda la impunidad del universo? Jamás he visto que los paren, los multen, ni nada por el estilo. ¿Será diferente ahora? Todos los días me pregunto qué les debe la policía para que gocen de semejantes privilegios, ¿será que temen la rechifla de los pasajeros? O será que ellos no dan mordida, entonces ¿para qué detenerlos?

En principio yo no estoy en desacuerdo con un reglamento de tránsito a la escandinava, pero creo que, para aceptarlo, deberíamos exigir que el pavimento de las calles tenga una calidad semejante al de Suecia, la iluminación, los semáforos y las señales, y por supuesto los salarios también. ¿Y qué decir de los agentes de tránsito? En Noruega, en Dinamarca, en Finlandia, para ser policía tienes que hacer un examen físico, psicológico, tener una carrera, conocimientos básicos de tu oficio y cultura general. Aquí, me temo, sólo se necesita ser gordo y ojete.

Hay gente ingenua y bien intencionada que sueña con que el nuevo reglamento conseguirá poner orden en nuestras caóticas avenidas. Yo también fantaseo con una ciudad más ordenada, sobre todo cuando avanzo a vuelta de rueda por la glorieta Insurgentes, pero pensar en ello sin educar previamente a sus habitantes, y sin que las leyes sean igualitarias, constituye más que un sueño un franco delirio.