Tras el asesinato de Lucio Cabañas, los sobrevivientes del Partido de los Pobres, creado por el guerrillero, empiezan a buscar nuevas opciones revolucionarias. En 1981 se da la integración formal de buena parte de los miembros al núcleo, que ahora es conocido como Ejército Popular Revolucionario (EPR).
El hecho se dio a conocer en una entrevista con el periodista Mario Menéndez Rodríguez de la revista ¡Por esto!, en la cual los eperristas se presentaron ya no como una organización, sino como un partido. Así como crecía el número de sus integrantes, crecían las siglas que los identificaban: Partido Revolucionario Obrero Clandestino- Unión del Pueblo- Partido de los Pobres (PROCUP- PDLP).
En esa década, el núcleo eperrista continuaba siendo satanizado por sectores de la izquierda subterránea. “Decían que no existíamos, haciendo eco de ello la mayoría de los medios de difusión, conjuntamente con articulistas de los mismos; los que nos calumniaban no sólo nos difamaban, sino también destruían nuestra propaganda en las manifestaciones, acusándonos hasta de sus propias desgracias personales, pero ahí estábamos”. En este proceso, los eperristas acusaban al resto de los miembros de la izquierda radical de oportunistas. “Muchos de ellos lo fueron y el tiempo nos dio la razón”.
Durante las insurrecciones de Nicaragua y El Salvador, los eperristas apoyaron a algunas organizaciones no sólo con presencia, sino también discutiendo con sus representantes sobre estrategia y táctica militar y política. Pero los eperristas también exportaron a Centroamerica sus desencuentros con la izquierda. En El Salvador se pelearon con las Fuerzas Populares de Liberación, debido al asesinato de la comandante Ana María y del suicidio del comandante Cayetano Carpio, así como por el nombramiento de un miliciano de nombre Pedro, en la agencia noticiosa de Salt Press.
A principios de los noventa, los eperristas decidieron concentrar sus esfuerzos revolucionarios en Guerrero. Militantes de distintas partes del país fueron enviados a reforzar la lucha que se daba ahí, y lo que encontraron fue una gran falta de trabajo político en las zonas rurales, así como violaciones sistemáticas de los lineamientos del grupo por parte del comisionado nacional y de un dirigente del comité estatal: de acuerdo con los fundadores eperristas, las comunidades no estaban estructuradas, las columnas guerrilleras estaban separadas de las comunidades y pocas familias colaboraban con ellos. Durante esta etapa se empiezan a dar choques entre los eperristas enviados y los locales de Guerrero, esto, de acuerdo con los fundadores, “resultado de una forma sociológica de ser y del nulo trabajo de formación política e ideológica”.
Pese a ello se empieza a levantar el trabajo y se va desarrollando el lineamiento de la comandancia eperrista, a la vez que se van organizando pueblos enteros y se implementan normas estrictas de clandestinidad, aunque con el tiempo, algunas de éstas, serían vulneradas por la policía política mexicana.
(Continuará…)
(Diego Enrique Osorno)