El estilo personal no existe para impresionar a los demás, sino para darle forma a tu narrativa, en tus propias palabras
Por Paty Soto
Imagina por un momento que cada mañana, al abrir tu armario, no te invade la duda ni la frustración, sino una clara visión de quién eres y cómo deseas presentarte al mundo. Esta no es una utopía reservada para los íconos de estilo o aquellos con armarios del tamaño de un apartamento; es una realidad al alcance de tu mano, gracias a una metodología sencilla pero profundamente transformadora: el método de las tres palabras, desarrollado por Allison Bornstein.
La premisa es tan simple como poderosa: seleccionar tres palabras que encapsulan tu esencia, tus aspiraciones y tu enfoque hacia la vida y el estilo. Este trío no es arbitrario; debe resonar con tu núcleo, guiando tus elecciones de moda y, por extensión, cómo te presentas cada día.
En mi propia experiencia y como estilista personal, implementar este método ha sido revelador, particularmente cuando se hace el esfuerzo en elegir palabras más específicas en lugar de vagas. Al principio, mis clientas se reconocían atrapadas en un ciclo de comprar ropa que amaban en la percha pero que, una vez en casa, no sabían cómo integrar al estilo de lo demás que tienen en su clóset, o simplemente no reflejaban quien es la persona. La moda, en lugar de ser un medio de expresión, se había convertido en una fuente de ansiedad y desperdicio.
Haz la prueba: Elige tres palabras en forma de adjetivos que sientas que te definen. Por ejemplo: audaz, minimalista, y auténtica. La primera palabra tiene la función de ser la descripción de la base de tu vestuario, mientras que las otras dos son la guía para añadir toques originales y personalidad a la combinación. Estas palabras se convertirán en tu faro, no solo al comprar sino también al decidir qué ponerte cada mañana. Usemoslas como ejemplo.
“Audaz” puede recordarte que tu estilo puede ser una declaración de tu fuerza y singularidad. “Minimalista”, que la simplicidad no es sinónimo de aburrimiento, sino de claridad y elegancia. Y “auténtica” que, en última instancia, lo más importante es ser fiel a una misma, más allá de las tendencias o las expectativas de los demás.
Con estas palabras en mente, cada decisión sobre qué conservar, qué donar y qué adquirir se hace más sencilla. Ya no te sientes tentada por cada tendencia pasajera, ni acumulas piezas “por si acaso”. Cada elemento de tu armario tiene un propósito y refleja quién eres.
Más allá del ahorro de tiempo y dinero, este método ha tenido un impacto profundo en la persona que lo implementa, reflejado en cómo se siente respecto a sí misma y cómo la perciben los demás. En el trabajo, una presentación cuidadosamente curada ha reforzado su profesionalismo y confianza. En lo social, se siente más conectada con su vestuario, lo que refleja su personalidad y fomenta conexiones más auténticas.
Lo fantástico de este método es su flexibilidad. Tus palabras pueden evolucionar con el tiempo, al igual que tú. Lo que importa es que sigan siendo reflejos auténticos de tu ser y guías claras en tu viaje de estilo personal.
Este enfoque no es solo sobre la ropa; es sobre reconocer y abrazar quiénes somos y cómo queremos movernos por el mundo. Es un acto de autoconocimiento y autoafirmación. Te invito a probarlo; quizás descubras, como yo, que en la simplicidad de tres palabras yace la clave para desbloquear no solo tu estilo personal, sino una forma de vida más intencional y auténtica.