La ropa es un lenguaje simbólico que proyecta identidad y refuerza nuestra relación con la sociedad
Hoy hay crisis en casa. Mi hija está invitada a una fiesta donde apenas conoce a alguien y no sabe qué ponerse. Usualmente usa ropa extra grande y cómoda, pero ahora lamenta no tener vestidos “cool”. Está a meses de ser adulta y siente que no está lista porque “ni siquiera sabe cómo vestirse para una fiesta”. No me atrevo a decirle que los adultos también tenemos dramas de vestuario, y por razones profundas.
Desde el inicio de la humanidad, la ropa ha sido más que protección; ha servido para comunicar quiénes somos y nuestro lugar en la sociedad. Incluso quienes dicen no interesarse por su apariencia envían un mensaje, consciente o inconscientemente. ¿De dónde viene esta conexión entre lo que usamos y quiénes somos?
Cada día, al elegir qué vestir, expresamos algo de nosotros mismos. A veces reflejamos confianza y seguridad; otras, usamos la ropa para protegernos del escrutinio. “Lo que visto refleja lo que soy” es una percepción común. La moda es una extensión de nuestro yo interno, expresando sentimientos, creencias y aspiraciones. Aunque a veces no nos demos cuenta, la ropa es una poderosa herramienta de comunicación personal.
Algunos dedican tiempo a crear un estilo propio, usando la ropa como forma de creatividad y autoexpresión. Otros prefieren no seguir tendencias o pensar mucho en su vestuario. Curiosamente, este desinterés también es una declaración de estilo.
Rechazar la moda puede ser una resistencia a lo superficial o al consumismo, o priorizar la comodidad sobre la estética. Al evitar preocuparse por su imagen, dicen: “Lo que me define está más allá de lo que llevo puesto”.
Incluso quienes afirman no interesarse por su imagen toman decisiones. Cada prenda que elegimos, desde un uniforme minimalista hasta un atuendo elaborado, comunica nuestra visión.
Nuestra vestimenta refleja valores, prioridades y cómo percibimos el mundo. Algunos ignoran las normas de la moda por razones prácticas, como evitar la “fatiga de decisiones” o enfocarse en su profesión. Otros optan por un estilo simple por limitaciones económicas o por consumir de manera más sostenible.
Al igual que nuestra personalidad, el estilo evoluciona. En momentos de cambio personal o emocional, nuestras elecciones de ropa reflejan esos cambios internos. Alguien que ignoraba la moda puede empezar a explorar su estilo al ganar seguridad. O quien siempre fue atrevido con su vestuario puede optar por algo más discreto buscando simplicidad.
Como estilista, he visto que desarrollar un estilo propio no se trata de seguir modas, sino de descubrir quién eres y cómo deseas presentarte al mundo. El estilo es una herramienta de autoconocimiento, y mientras más auténtico sea, más impacto tendrá en tu vida diaria.
La ropa no sólo nos conecta con los demás, sino con nosotros mismos. A través de nuestras elecciones, podemos resaltar lo importante, recordar nuestros valores o experimentar nuevas facetas. La moda nos ofrece la oportunidad de ser auténticos, ya sea abrazando una estética llamativa o eligiendo la simplicidad.
No importa si te apasiona la moda o prefieres mantenerte al margen, todos enviamos mensajes con lo que usamos. Nuestro estilo es una ventana a nuestra identidad, una intuición natural para comunicar quiénes somos sin palabras. Escuchar esa intuición es clave para sentirnos cómodos en nuestra piel, independientemente de la ropa que la cubra.
Porque al final del día, el mejor estilo es el que refleja un mensaje propio.
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