Los mensajes sociales opuestos crean un desafío para desarrollar una autoestima fuerte y un sentido saludable de identidad
Por Patricia Soto Claussen
¿Te cuesta recibir halagos? ¿Los necesitas? Desde tiempos inmemorables nos enfrentamos a mensajes contradictorios sobre belleza, inteligencia y valor personal. La sociedad nos bombardea con ideales que equiparan la belleza con la virtud, sugiriendo que el valor de una persona tiene base en su apariencia. A la vez, se promueve priorizar la inteligencia y la personalidad sobre atributos superficiales. ¿Cómo equilibramos estas expectativas?
Enfatizar demasiado la apariencia lleva a creer que nuestro valor es superficial, vinculado a los estándares de belleza, causando baja autoestima, dismorfia corporal, trastornos alimentarios y relaciones superficiales. Si somos elogiados solo por apariencia, se siente la presión de mantener estos estándares.
Por otro lado, evitar los elogios sobre la apariencia y enfocarse solo en la inteligencia también es problemático. Podemos sentirnos invisibles o poco atractivos, creyendo que hay que compensar con inteligencia u otras virtudes. Esto genera una presión distinta: la necesidad de sobresalir académica o profesionalmente para demostrar valor, lo que puede llevar a la ansiedad y al agotamiento.
La sociedad simplifica y clasifica a las personas en categorías rígidas: si alguien no es hermoso, debe ser muy inteligente o amable para compensar. Al contrario, se asume que los “atractivos” carecen de inteligencia. Este pensamiento en blanco y negro es dañino, ya que no reconoce la complejidad de la identidad humana.
Adoptar un enfoque de neutralidad corporal es transformador. Implica reconocer y valorar las cualidades diversas que componen a una persona. Los elogios son equilibrados y profundos, reconociendo esfuerzos y cualidades únicas.
Esto cambia el enfoque de la apariencia, reduciendo la presión de cumplir con los estándares de belleza. Fomenta la autocompasión y la aceptación, reconociendo que el valor no está ligado a la apariencia o la inteligencia, sino al ser completo de una persona.
En lugar de decir constantemente: “eres tan bonita” o “eres tan inteligente”, digamos: “me encanta cómo ayudas a tus amigos” o “admiro cuánto trabajaste en ese proyecto”. Este reconocimiento equilibrado ayuda a vernos como capaces y valiosos en varios aspectos, fomentando una autoestima bien equilibrada.
Vivir con autoestima fuerte en una sociedad obsesionada con la belleza e inteligencia implica fomentar el pensamiento crítico sobre el binario. Tener conversaciones abiertas con otros sobre estándares irreales y la importancia de valorar a las personas por lo que son. Mostrar modelos a seguir diversos que desafíen los estereotipos ayuda a entender que el éxito y la felicidad no dependen de encajar en moldes estrechos.
Promover una cultura de aceptación y amabilidad es crucial. Entornos donde sentirnos seguros y valorados por nuestras cualidades únicas ayudan a desarrollar un sentido de pertenencia y autoestima, no solo en casa, sino también en escuelas, trabajo y comunidades, donde la aceptación y el respeto se destacan sobre el juicio y la comparación.
En un mundo que simplifica la identidad y asocia valor con apariencia o inteligencia, adoptar el enfoque holístico de la neutralidad corporal puede ser un antídoto poderoso para navegar las contradicciones sociales. El estilo personal es identitario.
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