No hay empresa más ineficiente, corrupta y burda que la CFE, rumió con coraje mientras hacia una fila de casi cuatro horas bajo el desgastante rayo solar. Cientos como ella, en su mayoría amas de casa, rodeaban desde temprano la barda de la paraestatal para ir a hacer “aclaraciones”, que de un principio, si la empresa cumpliera adecuadamente sus funciones, no existirían del todo.
Hace no mucho, estaba preparando la comida para ella y su hija, que no tardaría en llegar de la escuela secundaria, cuando llegó a su hogar una cuadrilla de la Comisión. Le cortaron la luz.
—¿Oiga usté, porqué me la corta si estoy a tiempo en todos mis pagos? No he fallado nunca uno sólo— le reclamó.
—Pues aquí en mi reporte, indica que tiene adeudo y esa es la última palabra— le reprendió el jefe del grupo.
—Debe tratarse de un error— agregó al enseñarle una carpeta —aquí están todos mis pagos al corriente.
—No lo sé, seño —le respondió con desdén, sin siquiera aceptarle la documentación—. Yo sólo sigo instrucciones y no se ponga pesada que aquí en el pie de su casa, es zona federal y con mucha facilidad, le traemos a la fuerza pública y la entambamos.
Se asustó lo mismo que se sintió desesperada; impotente. Se le echaría a perder toda la comida de su refrigerador. Una quincena completa. Sin importar ningún factor a su favor, un corte implicaba ir a formarse por horas para aclararle a la CFE que contaba con todos sus comprobantes de pagos, luego pagar una “multa por reconexión” que no tenía contemplada en su precario presupuesto, y luego esperar y rogar a que una cuadrilla volviera por aquellos rumbos para reinstalarle el servicio. Al menos siete días. Carambas.
—Hay una salida —le confió el otro cuando notó su desconcierto—. Si quiere, aquí de cuates, le hacemos un contrato nuevo, le instalamos el medidor punto de venta y le reponemos el servicio ahoritita.
—Y eso, ¿qué significa para mi?
—Nada, seño. No’mas me firma este papelito y de ahora en adelante, en lugar de ir a pagar a las oficinas, le carga dinero a esta tarjetita inteligente…
Pues accedió. Le aseguraron un acervo de beneficios, como que no le volverían a cortar nunca jamás la luz si pagaba, porque ahora, se descontaría de su saldo, con una claridad y transparencia increíble. Lo lleva “IUSA”, le dijeron. Es garantía.
Lo que no le dijeron, es que le cargarían en su primer recibo, el costo de su nuevo sistema: 400 pesos. Lo mismo que paga en un mes. Lo que tampoco le dijeron, es que le cortaría la luz el medidor, en 10 días más, porque ella debía acercar la “tarjeta inteligente” al medidor y luego ir a pagar a la oficina de la CFE.
Total, que tuvo que pedir permiso para ausentarse del trabajo —sin goce de sueldo— por segundo día consecutivo para irse a formar bajo el rayo solar, para que le cobren un sistema que debía ser voluntario, junto con una multa por reconexión que no debió existir, más una revisión porque “la señal del medidor no llega hasta allá de lo lejos que vive” y para acabarla de joder, deberá reponer toda la comida del refrigerador.
Lo peor, es que se ha enterado con quienes sufren de suerte similar, de otros cientos de casos donde medidores vienen “truqueados” porque el excedente en el cobro de la plaza se lo llevan algunos funcionarios. Y de rentas que la paraestatal paga a dueños fantasmas de terrenos que dizque cobran por dejar pasar por ahí, cableado.
“Me siento extorsionada”, le dijo a la de la caja. “Ya no estorbe que hay mucha gente”, le respondió aquella indolente.
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(J. S. ZOLLIKER)
