“El chiste no es orinar, sino levantar espuma”.

Leonardo “la Güera” Rodríguez  

La imagen ha escandalizado a algunos y ha divertido a otros. En medios y redes sociales se han vertido toda clase de opiniones al respecto, pero los comentarios buenos o malos solo han acrecentado el impacto del fenómeno.

Parecía una broma. De hecho, lo sigue pareciendo, pero no lo es, nunca lo fue y menos lo que implica. Si todo comenzó como una broma, habría que preguntarse por qué ya nadie se está riendo a estas alturas del partido.

Un tipo meándose en los chiles. Esa es la imagen que define nuestra trágica escatología nacional. Con descaro, soltura y perversidad, el tipo orina sobre los pobres chiles que reciben el tibio e insano bautizo con la resignación de quien recibe una lluvia de meados tras un gol del América en el Estadio Azteca, y el azoro del niño que, tras tocar una aguamala, recibe el meado sanador de su abuelo.

Pero este no es un meado sanador. Es un efluvio hediondo y deletéreo que seguirá infectando todo a su paso. Porque, evidentemente, el señor se seguirá meando sobre los chiles cada que pueda. Porque hacerlo lo ha convertido en quien es, porque justamente meándose en los chiles ha logrado la trascendencia.

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Y los pobres chiles, mientras tanto, meados y anonadados, con sus sueños enlatados en la lucha por la sobrevivencia, de pronto se saben víctimas pero no terminan de entender por qué reciben ese baño de infamia, por qué de pronto se han convertido en algo más que simplemente chiles. ¿Por qué ahora son “el enemigo” sobre el que otro se mea como un perro que marca su territorio?

Un tipo meándose en los chiles. Qué escándalo. ¿Alguien logrará evitar que lo siga haciendo? No se ve fácil. Pero él, en cuanto le sea posible, no solo se va a mear sino que se va a cagar en ellos. Es que los chiles le cagan, le cagamos, pues.

Y obvio no hablo del chamaco menso de La Costeña; hablo de Donald Trump.