Lo ocurrido en Ayotzinapa (fosa, hoguera y limbo de 43 mexicanos) es responsabilidad del Estado, donde confluyen autoridad, población y territorio. El Estado somos todos.
Fue el Estado, el gobierno federal, que tardó 18 meses en investigar al alcalde Abarca del homicidio de Arturo Hernández, en mayo de 2013. Si Murillo hubiera investigado la denuncia de Bejarano, la acción preventiva hubiera funcionado y Abarca hubiera estado preso y no en la Alcaldía.
Fue el Estado, el gobierno federal, al manipular la percepción para aparentar que el problema del narcotráfico estaba resuelto.
Fue el Estado, el gobierno federal, y su política carente de decisiones y complaciente ante el narcotráfico.
Fue el Estado, el gobierno federal, al entrenar miles de policías y militares mexicanos en tácticas de guerra de Estados Unidos violatorias de derechos humanos, y oponerse a instancias independientes de auditoría y control del Ejército y las policías.
Fue el Estado, la sociedad, incapaz de transformar la indignación –Tlatelolco ’68, Jueves de Corpus ’71, Chiapas ’94, Aguas Blancas ’95, Acteal ’97, El Charco ’98, San Fernando (72 migrantes asesinados) 2010, Allende, Coahuila (300 personas desaparecidas) 2011, Tlatlaya 2014, Iguala 2014– en un cambio radical de instituciones rebasadas. No somos víctimas, somos cómplices de los abusos de la autoridad.
Fue el Estado, los congresos, una incubadora de mexicanos que hacen de la política una forma de vida e incumplen con aprobar leyes que frenen la impunidad y transparenten el poder; que contengan la corrupción; que velen por los derechos de las víctimas; que estrechen la brecha abismal entre quienes poseen y los desposeídos; que sometan a congresos que gastan miles de millones sin rendir cuentas.
Fue el Estado, los medios que cedieron a la presión del gobierno, dejaron de contar víctimas y desaparecieron de las primeras planas la violencia y los muertos.
Fue el Estado, los medios, algunos de los cuales han presentado la violencia en forma descarnada, haciendo negocio con la miseria y acostumbrándonos a verla con normalidad.
Fue el Estado, el ombudsman nacional, el más caro del mundo, que no ha sido consistente en la investigación de abusos, que ha solapado.
Fue el Estado, los gobiernos, los medios, la sociedad, los políticos, los empresarios, todos, habituados a vivir con impunidad y sin leyes, incapaces de construir un país de valores donde se respete la vida.
(Wilbert Torre / @wilberttorre)