Y entonces califica la Selección Mexicana y lo que ves o lees o escuchas o crees te devuelve la fe en el equipo.
Y entonces dan a conocer la lista de los convocados y, aunque crees que varios no deben estar ahí, te vale madre; ahí estará el goleador o el portero o el güey ese de tu equipo y eso es lo que importa. O quizá estará el tipo que tanto odias porque es de la escuadra que te cae mail, pero eso no importa: la televisión te ha enseñado de todas las formas posibles que el futbol es la patria. ¡Viva México, cabrones!, y el que no brinque es puto.
Y entonces viene el abanderamiento en Palacio Nacional y ves que el Piojo es malísimo para leer en público, pero ¿eso qué?, si está prometiendo que va a traer la copa y está diciendo que el futbol es la patria y que hará todo para dignificar nuestro futbol llanero, y luego miras que Rafa Márquez está nervioso, que la voz se le traba como si trajera piedras en la garganta, pero ¿eso qué?, Rafa es el capitán, y se cuadran; además también dice que el futbol es la patria.
Y entonces, en esa misma ceremonia, Peña grita ¡Mé-xi-co, Mé-xi-co!, y habla, asombrosamente, sin equivocarse y avienta mejores vibras y dice a los seleccionados que les entrega la patria, porque el futbol es la patria, y les pide que se conviertan en titanes y cosas que te suenan cada vez más raras o cada vez más a lugares comunes. Y entonces al día siguiente vas al partido de la despedida, en el Azteca, y miras cómo la Selección anota una, dos, tres veces y te preguntas dónde diablos está Israel.
Y entonces vienen los otros tres partidos amistosos antes del Mundial y te preguntas si debes o no seguir con la esperanza después del “jugaron como nunca y perdieron como siempre”, y así andas, en vilo, hasta que llega la tarde-noche del viernes 13 de junio y luego la del martes 17 y luego la del lunes 23. Diez días que, básicamente, dependen del primero.
Diez días en los que te pintarás la cara de la patria, te darán ganas de darle a la matraca o ponerte un sombrerón o tocar el claxon o echarte unas caguamas o jugar la cascarita o despertar con ganas de no ir a trabajar o entrarle a las quinielas o gritar o llorar o festejar o hacer cábalas o soltar maldiciones o apagar el televisor o ya sabremos qué provecho le sacamos.
Sólo una cosa, aficionado:
Pase lo que pase con la selección, el futbol no es la patria. La patria somos todos y la hacemos todos los días. El futbol es entretenimiento, pasión. Disfrútalo, pero no dejes que sea un distractor.
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