Es la nueva estrella o la estrella necesaria. Aún por saberse. Pero es diferente. Y más atractivo de lo que se esperaba. Lo digo en el sentido de mira qué bien nos cae, no crean que estoy flirteando con el Pastor.
Ahí viene Francisco.
México estará empapado en los días que siguen: de fe, de curiosidad, de expectativas, de necesidad, de hartazgo. Empapado y monotemático, pero así son también estos sucesos que todo lo abrazan. Y que trastocan el fluir cotidiano y que ponen una lupa sobre los temas que siguen importando. Veremos y escucharemos desde un excesivo fondeo, con cantos gregorianos en algunas de las transmisiones mediáticas más fervorosas, hasta el genuino amor de los muchos católicos que aún lo son. Las redes sociales más críticas y crípticas se llenarán con lamentos de retórica pusssssss marxista de ustedes; sigan regodeándose en el opio del pueblo mientras el país se cae en pedazos. Otros aplicarán la siempre socorrida indiferencia en tono de despiértenme cuando todo haya acabado. Pero nadie quedará del todo al margen. Aunque quiera creer que sí.
Ahí viene Francisco.
El Papa que fascina a creyentes y a no, el Papa antisistema, el Papa de los pobres, el Papa de la agenda social, el Papa que no se deja, el Papa que está enfrentando a los corruptos y a los enriquecidos en esa cosa monstruosa en que se ha convertido la Iglesia jerárquica, el Papa que hace guiños a las nuevas familias, el Papa que habla del aborto y habla de la homosexualidad (aunque tampoco tanto), el Papa que es austero y paga sus comidas y no vive en palacios y no calza caro, el Papa audaz, el Papa solitario entre lobos, el Papa que ha sabido comunicar lo que quiere y como quiere y desde gestos que deja se interpreten como cada quien quiera. El Papa astuto. El Papa de la sorpresa. El Papa de siempre, de la Iglesia de siempre. El Papa, pues. Tampoco pidamos tanto.
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Ahí viene Francisco.
Llega a un México con mejor sociedad civil que clase política. Un país mucho menos católico que en otros tiempos. Un país que se debate entre la violencia que no cesa y la necesidad de entrarle a una historia que haga sentido. Ahí están Ayotzinapa, todo Guerrero, todo Morelos, Aguas Blancas, todo Veracruz, todo Tamaulipas; ahí están los narcos y la corrupción; ahí está el cinismo y el no pasa nada y el y el y el y el… Pero también está el México chingón y rifado y emergente que ni se deja y además lo dice.
Ahí viene Francisco.
“Yo creo, con todo respeto que viene a huevo, es decir, no somos sus favoritos pero como el asunto va a la baja pues hay que entrarle.” Me lo dice alguien, sin hacer mucho drama pero con harta claridad.
Ahí viene Francisco.
A ver qué pasa.
Sólo un favor: bájenle al canto gregoriano y al efectito cavernoso para resaltar la fe. No lo necesita.