Nuestro recurso más valioso, además del tiempo, es la energía que decidimos invertir en cada cosa
Por Ana Paula Domínguez
La vida es energía en sí misma. La primera ley de la termodinámica dice que la energía no se crea ni se destruye, sino que simplemente cambia de forma. El sexto y último secreto de la Dra. Gladys McGarey en su libro La vida bien vivida es: gasta tu energía sabiamente.
Nuestra fuerza vital es el aspecto direccional de la energía; tiene que ver con cómo la energía se mueve a través de nosotros, de dónde viene y hacia dónde va. Vivir bien es, en esencia, un juego de aprender a mover nuestra energía hacia la vida.
Requiere que encontremos cómo la energía fluye y cómo podemos sumergirnos en ella. Para lograrlo, es necesario repensar todo lo que nos han enseñado que la vida es: encontrar el ritmo salvaje de nuestras almas, descubrir la razón por la que estamos aquí, hallar nuestro “jugo vital” una y otra vez y ofrecer nuestra fuerza vital a aquello que nos apasiona.
Para McGarey, la fuerza vital es lo mismo que energía y amor, conceptos que resume en sus seis secretos para vivir bien la vida:
- Encontrar la fuerza vital en ti mismo.
- Descubrir a dónde fluye la fuerza vital.
- La fuerza vital es activada por el amor.
- El amor y la fuerza vital se amplifican en comunidad.
- En todo hay una lección.
- Gasta tu energía sabiamente.
Gastar nuestra energía sabiamente es reconocer la sabiduría que existe en nuestros cuerpos y en los ritmos y ciclos de la naturaleza, para así darnos cuenta de dónde y cómo dirigir nuestra energía.
En la era del individualismo, venimos de generaciones que han pensado que la energía es escasa y debe conservarse, como si pudiera acabarse. Sin embargo, la energía no se termina; se transforma. Por eso, la autora propone que para descubrir dónde invertirla, debemos empezar por reconocer qué cosas amamos más en el mundo, qué nos hace sentir bien y nos ayuda a crecer. Así, descubriremos la energía que está disponible para nosotros.
Un paciente con fatiga crónica no necesariamente tiene que quedarse postrado en su sillón viendo televisión; puede reconocer qué actividades ama y dar otro sentido a sus síntomas, por ejemplo, escribiendo o regando las plantas.
El fluir de la vida se basa en un ritmo. Nuestros cuerpos tienen un ritmo, y nadie puede decidir cuál es ese ritmo más que uno mismo. El descanso es parte natural del ritmo de la vida, y es donde reponemos nuestra energía.
Hay ciertas cosas en las que McGarey recomienda no gastar nuestra energía: lamentarnos del pasado, victimizarnos o alimentar la negatividad. Comprender dónde nuestra vida se mueve y dónde se bloquea es esencial para saber dónde invertir nuestra energía. Si algo está estancado, es mejor dirigir la energía hacia aquello que está fluyendo. El amor siempre vale toda nuestra energía.
¿Cuánta de mi fuerza vital debería dar a algo o a alguien? Es una reflexión personal. Regularmente, no es lo que está afuera lo que debe cambiar para que seamos felices, sino un cambio interno en nuestra perspectiva lo que realmente nos libera. Mientras haya vida, hay energía.