3 de junio 2016
Por: Guadalupe Nettel

Respeto para los maestros

Pertenezco a una familia de docentes. Mi madre, mi padre y varias de mis tías han sido profesores en algún momento de su vida. Gracias a eso he podido ver el respeto que su profesión infundía, hasta hace poco tiempo, a lo largo de todo el país. Durante muchos años, el PRI se sirvió de esa simpatía popular para extender su poder y capturar votos, sobre todo en el campo. No es por nada que el SNTE llegó a tener los privilegios alucinantes de los que gozó durante años, corrompiendo la educación como lo ha hecho con todas las instituciones de México.

Si me preguntan, les diré que estoy a favor de que el SNTE abandone sus políticas gracias a las cuales muchas personas cobran salarios de docentes sin serlo o las plazas se heredan de padres a hijos, por mencionar sólo algunas aberraciones. Sin embargo también les diré que no son los maestros los responsables de tales prácticas sino la maquinaria del PRI, que durante muchas décadas mantuvo en el poder a Elba Esther Gordillo, a la que más tarde decidió decapitar por razones que poco tienen que ver con la educación de nuestros hijos.

LEE LA COLUMNA ANTERIOR DE GUADALUPE NETTEL: EL PITO DE MANCERA

Reducir los argumentos de los maestros inconformes a “los maestros no quieren hacer un examen” o “los maestros no quieren perder todos sus privilegios”, es ridículo y también una manera demasiado simple de descalificarlos. En realidad, el deber de todos los mexicanos sería informarnos mejor sobre lo que está en juego en esta reforma educativa que, por cierto, tiene mucho de reforma laboral. ¿Cómo no estar de acuerdo en que se exija a los maestros una educación constante y también una evaluación que dé cuenta de sus conocimientos, en que se vigile si asisten o no a clases, y qué tipo de trabajo desempeñan? Al mismo tiempo, todos sabemos que ningún examen de opción múltiple puede medir el talento o la dedicación de un maestro. La labor de un profesor es ante todo humana, y eso debería de tomarse en cuenta a la hora de examinarlos. ¿De qué sirve tener en un pueblo a un maestro erudito si es un acosador de menores? ¿No conviene más tener a uno que no sabe tanto pero que logra transmitir a sus alumnos valores como el amor por el conocimiento, la camaradería y el respeto entre compañeros? La educación tiene problemas de fondo muy graves, pero estos se originan en la SEP y en el SNTE que, no lo olvidemos, fue una creación monstruosa de distintos gobiernos.

Un maestro enseña sobre todo con el ejemplo. De parte de los maestros me parece un ejemplo de ciudadanía salir a la calle a defender sus derechos, y un comportamiento indigno y deleznable que repriman a sus compañeros con prácticas como rapar a la fuerza a quienes no los acompañan, desmantelar gasolineras o secuestrar personas. Del ejemplo que dan las autoridades capitalinas, es mejor ni hablar. ¿Qué piensa un niño cuando ve que la policía saca de la calle o del zócalo a un maestro? ¿Qué les está diciendo el gobierno de Mancera (un gobierno supuestamente de izquierda) cuando, con violencia y groserías, impide el derecho a la libre circulación y a la libertad de expresarse de los profesores? Creo que en lo que respecta a este tema todos hemos perdido de vista lo más importante: los niños, su educación, el tipo de sociedad que quisiéramos tener. En el debate sobre la reforma educativa se juega el futuro de México. Antes de que continúe hace falta establecer una base de respeto que desgraciadamente no existe por el momento. Una cosa es estar a favor de una reforma educativa (de preferencia mucho más sofisticada de la que se propone hasta ahora), y otra es ponerse, así sin más, en contra de los maestros.

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