¿Se acuerdan de aquellos tiempos? 2003, 2004, cuando en la jefatura de gobierno estaba Andrés Manuel López Obrador y Vicente Fox era el Presidente de la República.
2004, en efecto, fue el año del desafuero, pero desde al menos un año antes ambos políticos ya tenían pleito.
Hubo declaraciones de uno y otro, la famosa destitución de Marcelo Ebrard como secretario de Seguridad Pública y todos los golpes bajos posibles. Fue la época de los videoescándalos, pero también de denuncias de corrupción en la familia presidencial.
¿Se acuerdan?
Yo confieso que era entonces de los que pedían paz. ¿Cómo era posible que no pudieran trabajar juntos AMLO y Fox? ¿Qué no quedaban claras las ventajas de hacer equipo? La de cosas que se podrían hacer si hubiera armonía, si caminaran de la mano…
El sexenio de Felipe Calderón y Marcelo Ebrard no fue tan duro, pero también fueron años de una relación helada, prácticamente inexistente. Hasta 2012 aceptaron aparecer juntos en un evento público. Fue nota cuando se dieron la mano.
Y la pregunta era la misma: ¿Por qué no pueden trabajar juntos?
Pero ya saben: Ten cuidado con lo que deseas, porque se te puede cumplir.
En el peor momento del gobierno federal, cuando ha mostrado una vena autoritaria que preocupa, el gobierno capitalino tomó la decisión de ser su granadero, como lo demostró el 20 de noviembre pasado.
A tono con el discurso de “hay buenos y malos, unos quieren el progreso y otros desestabilizar el país”, Miguel Ángel Mancera decidió alinearse con los “buenos” y prestarse a la violación de derechos humanos, a la detención de inocentes y a las golpizas.
¿Eso es un gobierno de izquierda?
Quizá cometo el error de considerar a éste un gobierno de izquierda, porque ha dado muestras de que no se considera así. También aceptaría que me den ejemplos de que operativos parecidos han ocurrido en manifestaciones anteriores.
Pero este 20 de noviembre se llegó a un límite.
De un plumazo (o mejor dicho: de un toletazo) quedó sepultado cualquier discurso sobre respeto a los derechos humanos, libre manifestación y expresión, debido proceso (con todo lo que implica en garantías, investigación, presunción de inocencia, sujeción a la ley, derecho a la defensa…) y uso proporcional de la fuerza pública, elementos con los que uno quisiera vincular a un gobierno democrático.
¿Cómo entender que se sostenga en su cargo al secretario de Seguridad Pública local, después de sus declaraciones sobre “la gallardía” de la policía local, “le guste a quien le guste”?
¿Por qué se optó por respaldar la peor cara del gobierno federal, la del autoritarismo?
No pretendo decir que todo era color de rosa hasta el 5 de diciembre de 2012. Pero no puedo negar que en más de un caso se dejó en claro que había una distancia entre el gobierno del DF y el federal cuando se impulsaban políticas públicas violatorias de derechos o estrategias fallidas de seguridad.
¿Por qué Mancera decidió no marcar ahora una distancia? Precisamente ahora, cuando se necesita marcar una distancia con un discurso oficial que habla de provocadores, niega la disidencia y abre la puerta a la represión.
Desde todos los frentes se ha exigido una rectificación al presidente Enrique Peña Nieto.
Al gobierno capitalino la exigencia es mayor: ha perdido el rumbo, ha olvidado los principios, ha jugado a ser un mero instrumento del gobierno federal. Y ha demostrado que sus críticos tenían razón: ¿Gobierno de izquierda? ¡Para nada!
Exigimos, merecemos una explicación. Es indispensable que hoy el GDF marque su distancia. ¿O serán cuatro años más de esto?
(Daniel Moreno Chávez / @dmorenochavez)