En febrero de este año, el artista Pedro Reyes llamó la atención de sus colegas, primero, y de los medios después, sobre la aparición de un edificio en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, llamado edificio H, cuya presencia altera el paisaje que rodea el Espacio Escultórico. No es que el edificio invada la zona ecológica alrededor del espacio, pero sí está a la orilla de la misma, y con sus siete pisos de altura, modifica visualmente el conjunto.
Si la intención de esta escultura – la más importante de América Latina, según Cuauhtémoc Medina, curador del Museo Universitario de Arte Contemporáneo– era provocar la contemplación de la naturaleza circundante, el edificio rompe definitivamente el encanto.
Arquitectos, artistas y otras personas del mundo de la cultura mandaron una petición a las autoridades de la UNAM por medio de change.org, en la que demandan la demolición de los últimos cuatro pisos del edificio como medida para restaurar la integridad de la obra. La carta lleva poco más de 30 mil firmas.
El viernes pasado, el taller Max Cetto de la Facultad de Arquitectura, convocó a un nuevo debate, donde los alumnos buscaban abrir un diálogo sobre la afectación del espacio en cuestión. Uno de los participantes, el arquitecto Axel Arañó, dijo que ya estaba cansado de esperar una respuesta, y llamaba a los participantes a tomar picos y palas para derribar los cuatro pisos del edifico H.
Obviamente se trata de una posición extrema, pero refleja, en todo caso, el extrañamiento de la comunidad cultural sobre la imposibilidad de la máxima casa de estudios de corregir el error.
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La UNAM ha nombrado una comisión para revisar el caso. Entrevisté a algunas personas dentro de la universidad y me dijeron que la actual administración no está completamente convencida de actuar contra el edifico H. Como la reglamentación interna es más bien ambigua, el edificio no rompe con ninguna prohibición explícita, así que no hay ningún fundamento legal para disponer de él.
Lo único que queda es un argumento estético y moral y en eso está trabado el asunto. La comunidad cultural esperaría que una institución que tiene a su cargo un patrimonio tan importante actúe en consecuencia y repare el daño. Pero la percepción es que las autoridades de la UNAM, como las autoridades en el resto del país, sólo están administrando el control de daños. El dilema lo pone muy bien Manuel Felguerez en el video que acompaña la carta de change.org: “O se baja la altura del edificio o se baja la altura de la UNAM”, dijo el escultor. Me parece que eso está bien dicho.