Los expertos juzgaron que la reciente visita del primer ministro de Canadá Justin Trudeau a Washintgton fue un tremendo éxito diplomático. He estado leyendo la prensa canadiense. Al principio, los columnistas más entusiastas pensaban que Trudeau debía de encabezar una coalición de países contra Trump. Otros más pesimistas decían que sería un gran triunfo si Trudeau lograba, al menos, que Trump no lo humillara en público.
Pesaba el recuerdo de la destroza llamada entre el presidente Trump y el primer ministro de Australia, que terminó en una crisis diplomática entre los dos países, normalmente aliados, por el tema de los refugiados. Además, poco después de que Trump emitiera la orden ejecutiva para impedir la entrada a los Estados Unidos de los nacionales de siete países musulmanes, Trudeau lanzó un Tweet dando la bienvendida a los refugiados a Canadá. Finalmente, Trudeau mantenía una relación especial con Obama (un bromance, como lo llamó le prensa) y se esperaba de Trump un trato hostil.
Trump no humilló a Trudeau; todo lo contrario. Respaldó las relaciones comerciales entre ambos países al mismo tiempo que latigueó una vez más a México. La situación, dijo Trump “es mucho menos severa que en la frontera sur. En la frontera sur por muchos, muchos años, las transacciones no han sido justas para los Estados Unidos”.
Trudeau salió airoso de un posible atolladero diplomático. Cuando le preguntaron su opinión sobre la prohibición de entrada a los Estados Unidos de siete países musulmanes, señaló que había ocasiones en que Canadá y Estados Unidos tenían políticas diferentes que se llevaban a cabo de manera respetuosa y firme, pero que Canadá no iba a decirle a Estados Unidos cómo manejar las cosas.
Al día siguiente, en una magistral movida diplomática, ambos presidentes convocaron a la primera reunión del Consejo canadiense-estadounidense para el avance de las mujeres emprendedoras y de negocios. Trudeau es un declarado feminista mientras que Trump es un famoso misógino. Trudeau puso a Trump a discutir empoderamiento femenino.
Hace poco alguien compartió en Facebook un video sobre Trudeau donde se le atribuyen cualquier clase de hazañas, el héroe verde, feminista, guapo, indigenista y poderoso. Trudeau arranca suspiros. Sospecho que muchos de ellos salen de la cancillería mexicana.
Pero México no es Canadá ni Peña es Trudeau. Para comenzar, Canadá y Estados Unidos comparten un origen nacional común y han sido aliados en numerosas guerras distantes y recientes. Trudeau es un líder popular que representa un país cuya narrativa se ha construido por contaste a su vecino; un país igualitario y multicultural. México, en cambio, el vecino distante, quiso ser norteamericano. Se supone que el proyecto hacia el norte comenzaba con la negociación del Tratado de Libre Comercio y terminaría con las reformas estructurales de Enrique Peña Nieto. El mundo quedó maravillado un instante con el Mexican Moment. Luego, la realidad se impuso.
Primero, los escándalos de la Casa Blanca y los desaparecidos de Iguala. Luego, la derrota de los demócratas. Peña ha perdido la batalla de la opinión publica y gobierna con una coalición muy pequeña. Francamente es necesario que los mexicanos nos pongamos a discutir en serio un proyecto alternativo, no sólo comercial, sino de país entero.