Foto: Lulú Urdapilleta

4 de octubre 2018
Por: Rulo

El gran, el único Nick Cave

Hay artistas, como el gran Cave, que no necesitaron discos de platino para forjar su leyenda. Vino a la CDMX en un 2 de octubre inolvidable a ofrecer El Concierto del 2018

Imposible no sentirse conmovido cuando Nick Cave está actuando frente a uno. Generalmente se le reconoce como un gran compositor, de los más importantes en la historia del rock, y en particular por sus letras. Pero también es un amo y señor del escenario. Ahí se convierte en transmisor de emociones contrastantes: puede pasar velozmente de la tristeza más profunda hasta el furor más violento. De una nostalgia aplastante a una sensualidad potente. Musicalmente ocurre algo similar: su banda, los Bad Seeds, puede transitar entre las baladas más delicadas y el rock más cáustico sin flaquear.

“Se le reconoce como un gran compositor, de los más importantes en la historia del rock, y en particular por sus letras. Pero también es un amo y señor del escenario”

Nick Cave ofreció el 2 de octubre de 2018 un concierto para no olvidar nunca. Llegó por segunda vez a nuestra ciudad —la primera fue en febrero de 2013, con dos conciertos en El Plaza Condesa— presentando su disco más reciente, Skeleton Tree, una obra marcada por la tragedia: uno de sus hijos gemelos, Arthur, sufrió un accidente que le costó la vida. Apenas tenía 15 años de edad. Su música, que siempre ha sido oscura, adquirió una carga extra de tristeza.

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La cita fue en el Pepsi Center. Lleno hasta el techo. Jóvenes y viejos. Indies, punks, darks, y damas y caballeros que ahora probablemente estén plenamente integrados a la fuerza laboral, pero que probablemente en otros tiempos pertenecieron a una (o dos) de las tribus ya mencionadas. En la multitud había algunos músicos famosos, directores de cine premiados en festivales internacionales, artistas conceptuales, escritores conocidos, muchos periodistas. El culto de Cave es muy vasto aunque no tenga canciones con 100 millones de reproducciones en las plataformas musicales. Lo ha conseguido entregando una veintena de álbumes —tanto con los Bad Seeds, como con The Birthday Party y con Grinderman— de excelente factura. Además, el personaje y su mito se han magnificado con sus novelas y sus documentales.

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Los Bad Seeds tienen que ser una de las mejores bandas de rock que hay en el mundo. Sus integrantes son unos veteranos finos y precisos si la canción lo exige o unos músicos sacados de la cochera más ruidosa si eso es lo que hay que hacer. Derrochan carisma, en particular el más cercano compinche de Cave, el siempre fiel Warren Ellis, sacudiendo sus larguísimas greñas y barbas canosas, cambiando del piano al violín a la guitarra o a la mandolina. No es evidente que en este momento el grupo acaba de sufrir una pérdida notable. Hace poco menos de un mes falleció su pianista, Conway Savage, quien perteneció al conjunto por más de 30 años.

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Pero lo fundamental es Cave. No hay muchos delanteros de su calibre en el mundo musical. Su voz profunda es demoledora. Sus movimientos son teatrales y sexuales. Es una versión gótica y retorcida de Elvis. Su intensidad en el escenario impide que uno le despegue la vista. Aparece todo de negro: traje de tres piezas, zapatos de charol y el pelo como ala de cuervo: ha dicho que nunca dejará que le veamos una cana y por eso se lo tiñe regularmente. Evita hablar mucho con el público. Qué bueno, porque no hace falta. Despacha, principalmente, canciones del álbum más reciente, pero también aparecen algunos de sus grandes éxitos. Menciona el 2 de octubre antes de arrancar con “Into Your Arms”, que pone a cantar a todo el personal.  En “The Weeping Song” permite que algunos miembros del público lo acompañen en el escenario. ¿Un gesto populista innecesario? No lo sé. Pero los que están ahí arriba —tomándose selfies mientras Cave canta— se notan felices. Lo acompañan hasta que acaba el concierto, durante tres canciones. Luego de una pausa, la banda regresa para tres canciones más. Es la estocada final. Acaba la ceremonia. Muchos quedamos pasmados. ¿Será nuestro último encuentro con la leyenda? ¿O nos seguirá visitando en la séptima década de su vida? Esperemos que sí. Por lo pronto, ha ofrecido el que para muchos, este columnista incluido, es el concierto del año.

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