Uno de mis snobs sueños de juventud era leer a Proust en Europa.
Estoy en Portugal porque fui invitado por el municipio de Braga a la Semana de México Joven. Acabó el festival el domingo en una cena que se volvería peda sabrosa de no ser porque nos cerraron a las doce de la noche un local de meseras entre hartas y encantadas con el bullicio mexicano. Quién sabe si antes se había escuchado a Juanga en esta menuda ciudad al norte del país campeón de Europa. Braga se compone de una serie de capas de abandono que la van volviendo cada vez más bella. Techos caídos, un silencio petrificado pero con el barniz de un idioma lleno de vida, locales desatendidos donde vendían cosas que siguen atrapadas en sus anaqueles castigados por el polvo y fachadas con balcones oxidados. Siguiendo la misma línea: escritores, artistas visuales y músicos vinimos con nuestras individuales expectativas.
En una librería donde pude leer el capítulo en gíglico de Rayuela traducido al portugués presentamos el libro Eterna Primavera. Antología de cuentos míos, de Amaury Colmenares y de Davo Valdés. Jamás había visto mi trabajo en otro idioma, es como tener cosquillas en un sitio no físico. Repartiremos el libro gratuitamente en Oporto, Vila Verde y Lisboa lo que nos resta de vacaciones. Una versión en español del tomo aparecerá en breve editado por el Colectivo Ruina Tropical. Los artistas visuales Luis Ponce y Lalo Lugo dejarán trabajos realizados acá en busca de un muro que los incluya. Lalo sus primorosas pinturas oníricas y Luis un rompecabezas de azulejos realizado con detallada técnica de albañil. Nuestros días acá transcurrieron bajo el amparo de la música de dos bandas mexicanas que realmente son el tema en negritas de este texto.
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Ampersan es una dulcísima banda de Jalisco entre cuyo setlist están la musicalización a un poema del emperador Nezahualcoyotl, sones jarochos, jaranazos alegrones y canciones de su autoría que son auténticos poemas que cantan y cuentan, como debe de ser. “Padres que tienen hijas y las maltratan y las maltratan/ yo que las quiero mucho, yo que las quiero tanto/ dios me las quita, dios me la mata…” Es un ejemplo. “La canción dolorosa”, con letra de León Chávez Texeiro es otro ejemplo.
La otra banda es la poderosa Neoplén. Su versión atascadísima de “La Llorona” me hizo pensar que está incompleto el afamado dicho. El que es perico donde quiera es verde, blanco y colorado; propongo yo. Rock mexicano que exalta el corazón a buches aguardentosos. Daba gusto extrañar la patria escuchándolos. Le provocaron inusitadas ganas de menear el bote a un grupo de circunspectos hombres primermundistas que desayuna, come y cena a sus estrictas horas. Un carpetazo al estancado rock en español que se escucha allá en los bares de gomichelas.
Una de las primeras cosas que vi entrando a Braga era un letrero que anunciaba una conmemoración local llamada La Fiesta de la Insignificancia. El nombre es una maravilla por sí mismo. Nuestra presencia mexicana acá fue justo eso: una celebración íntima, reducida pero despampanante. ¿Habrá algún braguense que recuerde dentro de algunos años aquellos breves días en que a la ciudadcita la engalanaron una bola de escandalosos y fiesteros artistas mexicanos? Como sombras recorrimos esta localidad, siempre sonriendo y con los puños cerrados, haciendo lo que vinimos a hacer al mundo. Felices iremos regresando a nuestros individuales infiernos. Yo me quedo un par de semanas para resanar y disfrutar de mi amistad con Rafael C. Ibarra. Por el momento concluyo: no es necesario esperar a ir a continente alguno para leer a Proust. Eso es tan idiota como querer irse al mar para escribir.
Les suplico googleen la chamba de los aquí mencionados y lean, ya mañana, la bellísima En busca del tiempo perdido en su Toks o estación de Metrobús preferida.