Yo tenía 18 años y el padre de mi primera novia se parecía mucho al maestro Roshi, incluso caminaba con ambas manos en la espalda y cargando una pesada mochila oblonga como caparazón de tortuga. Los jueves cenábamos en un restorán que ya no existe. Aquel suegro era matemático e inventaba chistes que a la fecha narro como míos, siempre llevaba consigo una armónica. Me fascinaba ese hombre de playeras hawaianas XL y barbas tan largas como sucias de tanto fumar. Enfrente de un Caldo Loco, le pregunté que si alguna vez se acabaría internet. Era el año 2000. Su respuesta me pareció y me sigue pareciendo brillante. Me dijo que los límites de internet eran humanos. Que internet se acabaría cuando sencillamente no hubiera más personas que pudieran estar conectadas en ese momento. Es decir –y esto ya forma parte de mis meditaciones posteriores– que internet acabará cuando los vagabundos en la calle estén conectados quizá en contra de su voluntad, cuando los bebés nazcan conectados al wifi de la partera y cuando los astronautas hagan check in en el mar de la fertilidad.
Por la mañana leo que la aplicación de Pokémon Go! ha superado la cantidad de usuarios de Google+ en el mundo.
Mi primer trabajo en una agencia de publicidad consistía en traducir y adaptar anuncios de juguetes de la marca Hasbro. Incluyendo Pokémon. Se consideraba a tal anime como la primera gran caricatura de la globalización. El rumor de que un capítulo provocaba epilepsia sólo ayudó a que se popularizara más. Pikachu era como las rolas de Manú Chao o la playera Kappa de Italia. Recuerdo que estuve en una junta al respecto de la amenaza que representaba esa copia norteamericana chafa-tecnológica llamada Digimon. Hubo niños que cayeron en la trampa, pero no pasó a mayores. Recuerdo unas fotocopias que llegaron a mis manos en las que Misty se beneficiaba con un Bulbasaur. Hentai amateur, que le llamaban. Eran otros tiempos.
Leo, antes de comer, que Pokémon Go! está cerca de superar el número de usuarios de Twitter e Instagram en el mundo.
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Me acuerdo que hace unos cinco años abrí unas Quesabritas y me salió un tazo de Pokémon brilloso y con descomunal grosor. El monito me resultó demasiado antropomorfizado, era como un gato fortachón, juicioso y en dos patas. Tiré el coleccionable a la basura anhelando que fuera el que le faltaba a un niño para completar su colección. Me enteré después de que mi sobrino de cuatro años era fan de Pokémon. La transmisión diaria de la caricatura incluso retrasaba la hora de la comida en casa de mis padres, sus abuelitos. Pokémon les seguía haciendo sentido a los niños del mundo.
Leo, ya de noche, que Pokémon Go! está cerca de superar el número de usuarios de condones en el mundo.
Jamás entendí el origen del meme de Squirtle con gafas obscuras. Hubo un par que me dieron risa. Pokémon es una caricatura que me sorprendió ya buscando el amor, la gloria literaria y las quincenas: nunca la vi. En mi vida, Pokémon siempre ha sido como una fiesta a la que fui y en la que todos estaban drogadísimos pero a mí nomás no me ofrecieron. Sé que hay películas y videojuegos, cientos de evoluciones y juguetitos. A la fecha en que escribo esto, no he tenido una pantalla de Pokémon Go! enfrente de mí. Estoy seguro de que ahora mismo en mi sala hay un Charmander en busca de su pokebola. Por cierto: el título de esta columna es una cita de Franz Kafka. Bah. En el fondo los pokémones no son tan complejos: seres vivos que repiten una y otra vez su nombre. Igualito que todos los seres humanos. Esta columna inicia diciendo “yo”.
Mañana temprano, Pokémon Go! habrá superado al número de usuarios del aparato digestivo.
Pienso en los límites del internet. Somos la argamasa de este nuevo espacio público ambiguo y colosal, sin himnos ni fronteras claras y súbitamente lleno de animalitos ojones y con características específicas de batalla. Andan por ahí, aumentando esta realidad que nos cerca y congrega.
Cifras reales: a cuatro días de su lanzamiento, Pokémon Go! es la aplicación más descargada de iOS, más que Tinder o Snapchat, suma más de 2 millones de descargas y 1.6 millones de compras dentro de la app. ¡Esos son muchos tacos de canasta! La cuenta oficial de youporn declara: “felicidades, Nintendo, rompiste el internet. Pokémon Go! es más popular que el porno”.
Es como… es como si ya no le fuéramos suficientes a internet.
Inicialmente Pokémon Go! se lanzó sólo en ciertos mercados, sin embargo es tanta la demanda que la gente la ha descargado, vaya, haciendo impaciente trampa. El lanzamiento en varios lados del planeta se ha retrasado por lo mismo, los servidores no se dan abasto. Atraparlos. ¡Hay que atraparlos!
¿Existe algún pokemon que sea una gallina que caga huevos de oro?