Ya he contado que Arcelia, Guerrero, es mi tierra. Y seguramente por esto hay historias que se viven en todo el país, pero que me afectan distinto cuando ocurren ahí.
Historias que apenas se conocen, pero que cambian la vida de una comunidad que –como la mía- ha aprendido a vivir con el crimen.
Historias de familias cuya aspiración termina siendo sólo darle “cristiana sepultura” a un familiar y esperar algún castigo divino para quienes cometen un crimen.
Ni siquiera los grandes operativos con el Ejército o la Policía Federal han logrado un cambio. Y no se vislumbra un plan, una solución de fondo.
Esa es la historia de Carlos Berrospe Sánchez, un médico que trabajó más de 25 años en Arcelia.
Berrospe era jefe del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas, un grupo no oficial fundado por él mismo hace 15 años, integrado por paramédicos que atendían heridos y los trasladaban al hospital, como cualquier Cruz Roja. Y recogían muertos –que hay muchos- para llevarlos al forense.
Era un trabajo no remunerado y sus miembros vivían de lo que les daban los familiares de los heridos. Sólo de eso.
El 23 de septiembre, a eso de las cinco de la tarde, un agente del Ministerio Público de Arcelia le ordenó a Berrospe que se trasladara a San Miguel Totolapan, municipio vecino, a recoger un cadáver. Un muerto cualquiera, le dijeron. Alguien fallecido tras un enfrentamiento en la sierra.
Berrospe sabía que no sería un recorrido fácil. Pidió a la Policía Federal y a la Ministerial que una patrulla los escoltara, pero ambas dependencias se negaron.
Claro, es peligroso. Nadie está seguro en esos caminos.
El doctor optó por irse con un camillero y con un muchacho de 13 años.
A medio camino, según narran medios locales, Berrospe y sus dos acompañantes fueron secuestrados. Sus captores tardaron un par de días en comunicarse con la familia para plantearles su demanda: un millón de pesos.
¿Cómo se les pudo ocurrir que conseguirían ese dinero?
Como era conocido en Arcelia, se organizaron dos tardeadas para recaudar fondos. Dicen que sólo juntaron 100 mil.
Pagaron, pero sólo consiguieron la liberación del camillero y del menor de edad. Berrospe no corrió con mejor suerte y lo mataron.
Cualquier cantidad de calentanos –el gentilicio de esa región- ha escrito lo mismo: ¿por qué lo hicieron?
Acabo de ver el video de una caravana que organizaron los rescatistas de Arcelia en homenaje al doctor. Te da idea de quién era cuando ves esa larga fila de autos.
¿Ustedes creen que alguien vaya a buscar su cuerpo? ¿Creen que habrá investigación? ¿Alguien será detenido?
Sé que es sólo un caso. Insisto: me impacta porque es mi tierra.
Pero no podía dejar de compartir la historia. Quizá sirva como un pequeño homenaje a Berrospe. Quizá para insistir que en tantos pueblos sólo queda pedir que nos dejen darle a nuestros familiares una cristiana sepultura. Y para el criminal, al menos pedimos un castigo divino.
No queda más.