HAMBRE
¿Cómo lograr que el rictus de sufrimiento que hay en el rostro de este hombre tirado junto al malecón pueda ser interesante, comprendido, sentido, calado -vaya-, tan siquiera conocido por los que pasan junto a él? Se llama Roberto y se apellida Cortés.
Está muriéndose de hambre delante de todos los que caminan por aquí. Cincuenta y dos mil extensos kilómetros de tierra fértil, abundante vegetación, clima noble y por si fuera poco bordados con el mar del Golfo y su petróleo son los que se reparten apenas 780 mil personas, y hay uno de esos 780 mil -se llama Roberto Cortés- que está muriéndose de hambre en Campeche.
PETRÓLEO
Desde la ventana de mi habitación en el Hotel Ocean View, no solamente se ve el océano Atlántico. De noche se ven los barcos de Pemex recorriendo sigilosos altamar, como arañas sin rumbo. Aquí en Campeche hay dos periódicos que tienen alrededor de 20 páginas cada uno. Se llaman Tribuna y El Sur. Uno tiende más al oficialismo de la derecha y otro más al oficialismo de la izquierda.
Por la mañana me entero a través de ambos de que acaban de abrir un Vips en Campeche.
Es el lugar de moda en la ciudad. Es la sensación. Todo mundo quiere ir al Vips. Yo también. Sobre la mesa están unos cafés con deliciosa miel de orquídea traída directamente de la serranía campechana. También está sobre la mesa una nota de los periódicos nacionales en la que se habla del hallazgo de un nuevo depósito de hidrocarburos en la Sonda de Campeche. Edilberto Soto Angli, quien me dice que escribe en donde le dejen publicar, parece siempre criticar y analizar el entorno de su sociedad. ¿De qué charlaré con él?: ¿de qué más? Desde que hace casi 30 años, un pescador descubrió que en Campeche había petróleo, la vida de este lugar gira en torno al petróleo. El tema de la convivencia de los habitantes de un estado pobre con los ricos yacimientos de hidrocarburos descubiertos, es el tema de todos los días.
“Algunos mexicanos inocentes justifican la búsqueda de capital extranjero para explotar el petróleo en la ausencia de los locales, así como en la necesidad de adquirir ventajas tecnológicas que por ahora no existen en México. Se pasa por alto, indudablemente, que la participación privada en la explotación petrolera conlleva necesariamente la entrega del mapa estratégico de las reservas de México, de sus yacimientos detectados, de sus posibilidades de desenvolvimiento productivo al corto y mediano plazo y, finalmente, de las finanzas que hoy están sosteniendo al país”, dice Soto Angli con la claridad de un experto.
Edilberto sigue hablando sobre el petróleo: “Es de esperarse que, como ocurre hasta hoy en la Sonda de Campeche, las empresas foráneas traerán a sus propios trabajadores, de otras nacionalidades, en niveles que en ocasiones se parecen a jauja y en otros al peor de los sistemas esclavistas de que se tenga registro. O sea que ni como trabajadores son atractivos los mexicanos para el capital foráneo. Ni hablar de las aspiraciones de cientos de jóvenes campechanos a emplearse en la explotación petrolera”.
PARÉNTESIS
De todas las leyendas que me contaron aquella vez que estuve en Campeche, la que más recuerdo es la del Callejón del Diablo. Surge de una desaparecida callejuela que empezaba en San Martín y desembocaba en la Zanja, en el centro de la ciudad. Un pasadizo sombrío bordeado de árboles donde vivía un hombre con malformaciones que, aprovechándose del miedo que había para pasar por ahí de noche, asustaba a los que intentaban haciéndose pasar por el Diablo. ¿Cómo? Encendiendo cartuchos de azufre.
La gente -fervorosamente católica- para evitar que el Diablo entrara a la ciudad le empezó a poner monedas de oro y joyas, hasta que dos pescadores descubrieron el fraude una noche y le quemaron el trasero con un carbón al rojo vivo. Después de esto, el bribón se enferma y para mitigar sus culpas dona una buena cantidad de las joyas a una institución para pobres.
PETRÓLEO
Junto al mar, Rodrigo Durán, de 87 años de edad, dice que las madrugadas de los pescadores de ahora son muy distintas a las madrugadas de los pescadores de antes. Un armatoste luminoso irrumpe desde hace 23 años la mansedumbre de la bahía. Como bichitos de mar iluminados, embarcaciones van y vienen del gigantesco armazón marino, una de las plataformas instaladas por el gobierno federal hace un par de décadas en Campeche para explotar la abundante riqueza petrolera de la zona. Al igual que otras 50 mil personas, don Rodrigo vive de la pesca en esta entidad sureña con apenas 700 mil habitantes que transcurren sus días en medio de la paradoja contemporánea donde convive la alta marginación económica y la enorme bonanza petrolera de su estado. Las dos cosas, comprobadas científicamente en los fríos informes oficiales.
“Aquí las políticas pesqueras las dicta una compañía petrolera, así de sencillo, así de simple, así de terrible”, dice Nelly Márquez, propietaria de un barco camaronero que Petróleos Mexicanos (Pemex) sacó de circulación para hacer sus maniobras de exploración y explotación en la zona conocida como Cantarell, llamada así en honor al apellido del pescador campechano que descubrió que había petróleo en este mar.
Cuando conocí a Nelly, la trasnacional Diamond Offshore Drilling acababa de descubrir un nuevo yacimiento de crudo en la zona. “Debido al desaseo y la falta de modernización de Pemex, esa es una mala noticia para los pescadores”, continuaba Vázquez, charlando en una cafetería junto al malecón de Campeche. “¿Por qué es una mala noticia?, porque Pemex no tiene tecnología para convivir con la pesca y lo peor, porque no le interesa hacerlo”, sentencia. Unos días antes de que se diera a conocer el hallazgo de la nueva veta de petróleo, el gobierno federal anunciaba a los pescadores de la localidad que daría hasta un millón y medio de pesos a los pescadores que entregaran su permiso para navegar y pescar en la costa.
Nos quieren comprar pero no nos vamos a vender, insisto, esa es la política pesquera aquí, la que dicta una compañía petrolera”, aseguraba la empresaria camaronera.
HAMBRE
“Lo que hacemos con nuestro petróleo es una mercenaria venta de garage”, la calificó el periodista Francisco Vázquez, uno de los más interesados en el tema. “Lo que necesita Campeche es fortalecer su economía interna, consolidar la actividad pesquera que durante muchos años ha mantenido al estado, muchos años incluso, antes de que se descubriera el petróleo.
No podemos equivocarnos con el deslumbre que provoca la existencia de petróleo, no podemos ser los 780 mil habitantes de este estado, unos petroleros. Hay que saber hacer otras cosas para poder apaciguar el hambre de todos los días. El petróleo no puede ser la panacea”.
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