Por supuesto fue una provocación. Pero funcionó.
Más de 1,100 rectores de universidades de 33 países de Iberoamérica. Río de Janeiro, en invierno y tras la locura mundialista, ahí se dio el encuentro: a discutir la Universidad del Siglo XXI. Convoca el banco Santander y su programa UNIVERSIA (plataforma de vinculación con universidades de todo el mundo). Dos días de trabajo presencial, después de meses de discusiones virtuales sobre tópicos diversos: internacionalización, movilidad estudiantil, esquemas de financiamiento, estructuras de organización, etc. En el fondo, la pregunta más esencial: ¿para qué sirven hoy las universidades?, ¿para formar profesionales y alimentar el mercado?, ¿para hacer investigación?, ¿para todo?, ¿para nada?
Hay que cerrar las universidades. Si ya no son esos espacios que permiten que las utopías adquieran sentido, hay que cerrarlas. Y otra espléndida provocación por ahí: es hora de que comencemos a usar un lenguaje más sencillo, más directo. Que comencemos a hablar de otra forma. Porque la única manera de matar las palabras es a través del uso excesivo. De manosearlas, pues. Y vamos matándolas de a poquito.
En los encuentros masivos pasa siempre un poco lo mismo: mucha gente habla, no todos destacan. O pocos discursos destacan. Y tiene su lógica: los problemas más acuciantes de la gestión universitaria, por ejemplo, no tienen posibilidad de gran futuro. Decía muy bien Ángel Gabilondo, ex Ministro de Educación de España: cuando estás al frente de la universidad, el futuro sólo tiene 48 horas. Pero a veces toca buscar la extensión para trascender la obviedad.
De lo mucho que se habló en el encuentro me quedo con algunas ideas: la necesidad de superar la noción de internacionalización como un simple intercambio de personas y experiencias, y reconocer que los universitarios requieren de un pensamiento global para atender las complejas problemáticas del siglo que corre; la exigencia de que la universidad sea testimonial: actuante pertinente del mundo, y no sólo observador del mismo; el fortalecimiento de redes como condición sine qua non para el desarrollo de conocimiento; la conciencia de las enormes inequidades en acceso y calidad de la educación en los países iberoamericanos; la oportunidad de la extensión universitaria a través de plataformas digitales.
En una de las mesas de cierre, Juan Ramón de la Fuente, ex rector de la UNAM, lo dijo sin dudar: todo está bien, pero si no volvemos a colocarlas en el horizonte del pensamiento creativo, debemos cerrar las universidades.
Fue una provocación. Pero siempre bienvenida.
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(GABRIELA WARKENTIN / @warkentin)